martes, 8 de febrero de 2011

Historias que me cuentan en la calle.

.
.
Ella se casó con él, porque él le compró siete sombreros.

Es decir, ella iba a cerrar su puesto porque no vendía nada, así que vio en aquello una especie de señal enviada por el Dios en que ella creía.

Los sombreros eran feos y ridículos y estaban pasados de moda, al igual que el matrimonio, pero ella tenía una debilidad por aquellas cosas obsoletas que la llevó a convencer a aquel tipo de que eso era necesario y hasta que tenía un significado propio.

Él, en tanto, ansioso de tener un significado nuevo, dijo que sí a todo, y vendió su auto viejo para comprar dos anillos dignos de la ceremonia, y se casaron a los dos meses de haberse conocido.

Él me cuenta entonces que tuvieron sexo sin parar como por cuatro meses, que fue además el tiempo que pudieron vivir sin trabajar en una casa de campo que había sido de su padre, pero que no lograron conseguir que ella quedara embarazada.

-¿Y qué pasó luego? –le pregunto.

-Ella me llevó donde una mujer que me dio unas hierbas para que me echara en el asunto…

-¿En el pene?

-Sí, en esa cuestión… Pasó entonces que la cuestión se puso dura y como que tomó vida propia los primeros días… pero luego falleció...

-¿Cómo falleció?

-Muriendo po… yéndose pa abajo… como mueren todos…

A mí la explicación no me convence mucho, pero dejo de insistir con el asunto, porque el tipo habla fuerte y el bar es chico, y además el hombre tiene como la vista desviada, y capaz que reaccione mal.

-¿Quiere una cerveza? –le ofrezco entonces.

-No. No puedo tomar –me dice, mientras lo veo tiritar un poco-. Cuando tomo a veces me caigo y me llevan donde los doctores, como cuando me dejó la Olga.

-¿Su mujer?

-¡Ninguna mujer es de nadie, por la mierda…! –grita entonces, golpeando la mesa y botando el cenicero que rebota en el suelo sin quebrarse-. ¡Ninguna…!

Entonces yo le hago un gesto al garzón indicándole que esté tranquilo y que me traiga un jugo o algo que no tenga alcohol para que le sirva al tipo. Y también le pido unas papas fritas.

Quince minutos después el hombre me pide disculpas, con una tranquilidad que me asombra.

-Disculpe que me exalte –me dice-. Pero es que cuando me acuerdo de la Olga me pongo así.

-No se preocupe…

-Es que sabe… después no puedo dejar de pensar en ella… es que me dejó cagado la Olga… si pudiera cortarme la cabeza lo haría pa dejar de acordarme, pero pa mí que sería peor…

-Sí po… sería peor –le digo yo, por decir algo.

-El otro día leí que cuando a uno le cortan la cabeza uno sigue vivo un rato…

-Claro, el cuerpo puede moverse unos minutos y…

-No me refiero al cuerpo –me interrumpe-, yo digo la cabeza… la cabeza sigue pensando varios minutos… imagínese… uno se corta la cabeza pa olvidarse de alguien, pero sigue pensando en ella hasta después de hacerlo… esa hueá es injusta…

-Sí po, si entiendo, a muchos nos pasa…

-No creo –me dice él-. Yo creo que a mí me pasa más. Además a mí el asunto ese me quedó colgando.

-¿Los recuerdos?

-No po hueón… el pico… como si anduvieray cargando un hijo muerto…

-Ah… se me había olvidado…

Entonces el tipo me dice si le puedo pagar un completo, porque tiene hambre y no tiene ganas de llegar a su cuarto todavía. Yo acepto y pido otro para mí.

-No es que no me guste el lugar –me cuenta después-. Yo arriendo una pieza por aquí cerca, en estación central. Es fea, y se ve sucia por fuera, pero por dentro es bonita, y está limpiecita…

-…

-¿Sabe…? Yo a veces pienso que ese es en parte el problema… o sea, uno se enamoraba de la Olga porque se veía linda y limpia por fuera… pero ya ve… le faltó cagarme con el puro cura allá en el pueblo… ¿qué cree usted…?

-¿Si se metió con el cura?

-No po… si será por eso que uno se equivoca… por andar buscando así como fachadas bonitas y esas cosas…

-No sé… -le digo-, no creo que sea por eso…

-Yo a veces creo que sí… -insiste el hombre-, como que el tiempo no debe alcanzar pa ocuparse de mantener lindo afuera y lindo por dentro… ¿no cree?

-…

-No es que le quiera echar a perder la vida en todo caso… usted puede intentar con quien quiera y quizá hasta le resulte… ¿está usted emparejado, a todo esto?

-No –le digo-. Estoy solo.

-¿Pero ha estado medio cagado por alguna, supongo?

-Sí po –admito-. Harto.

-¿Y era bonita?

-¿Quién?

-La chica.

-Es que he estado cagado por varias, yo creo.

-Pero le apuesto que cuando lo piensa, piensa en una no más…

-… Sí, quizá sí…

-¿Y…?

-¿Y qué?

-¿Era bonita esa chica?

Yo me demoro un rato, como si doliese reconocerlo… pero al final lo admito.

-¿Pero bonita como mi pieza o bonita como la Olga…? –insiste al viejo.

-No sé –le digo-, a lo mejor como las dos… en el fondo…

-¿Y el asunto funcionó…?

-No po, por eso terminamos, yo creo…

-¿Y le funciona el asunto ahora…?

-Espere… ¿de qué asunto está hablando?

-Del pico po…

-Ah, no… ese sí funcionó… el problema no es ese.

-¿Los cocos, entonces?

-No, tampoco… -le digo con risa.

-¿Y entonces?

-No sé bien –le contesto complicándome un poco-, ¿podríamos mejor no hablar de eso?

El tipo me mira y asiente. Luego se queda en silencio, como si no hubiese nada más de qué hablar.

-Usted es hueón. –Me dice al final, aunque sin enojo.

-…

-Usted anda tirando sus sentimientos por ahí, como a las palomas… sólo que ni ellas se los comen…

-No le entiendo. –Le digo.

-Sí entiende –insiste-, lo que pasa es que usted los tira y después se esconde, igualito que los avestruces…

-Lo del avestruz es un mito –le digo.

-Con mayor razón, -replica-, más verdadero todavía… lo que pasa es que usted es como esas cabezas cortadas que siguen pensando por unos minutos…

-Entonces ya se va a pasar…

-No. A veces vuelven a crecer cabezas cuando uno se las corta.

-Pues entonces hay que aplastarlas con alguna piedra –concluyo.

El hombre me mira entonces, como decepcionado. Y yo decido pedir la cuenta.

Luego salimos del local.

Él se dirige a su cuarto y yo a otro bar.

Tengo sed, y no quiero pensar en nada.
.
.

3 comentarios:

  1. Me gusta lo de aplastarla con alguna piedra...

    Supongo que hay piezas lindas sólo por fuera, otras lindas sólo por dentro, otras lindas por fuera y por dentro y otras ni por fuera ni por dentro, todo depende del ojo con qué se mire.

    Entretenida historia.

    ResponderEliminar

Seguidores

Archivo del blog

Datos personales