“Si lo posible es, como hemos dicho,
lo que pasa al acto,
evidentemente no es exacto decir:
tal cosa es posible, pero no se verificará.
De otra manera el carácter de lo imposible
se nos escapa.”
Aristóteles, Metafísica, Libro IX.
.lo que pasa al acto,
evidentemente no es exacto decir:
tal cosa es posible, pero no se verificará.
De otra manera el carácter de lo imposible
se nos escapa.”
Aristóteles, Metafísica, Libro IX.
Hay cosas imposibles.
Y hay cosas falsas.
La diferencia es sutil
entre ambas,
pero existe.
No nos gusta hablar de ello,
por supuesto,
y a veces edificamos sobre la posibilidad
nuestras ilusiones,
y supongo que justamente ahí está la clave
de nuestros fracasos.
Sin embargo,
los que existen,
plantean su felicidad como un imperativo
que no debe ser sometido
a juicio de verdad o falsedad,
y hasta aseguran que la posibilidad de dicho estado
es un hecho incuestionable.
A pesar de esto,
yo: Vian,
baso mi estado
y mi contacto con lo que me rodea
en el borde mismo que separa
las ideas de falsedad
y de imposible,
como una grieta que existe
entre dos trozos aparentemente iguales
de concreto.
Así,
podría señalar, por ejemplo,
que es falso que usted esté a punto
de sufrir un colapso
en este momento,
aunque no podríamos asegurar
que aquello es imposible.
La idea de esto,
sin embargo,
no dice relación con el sometimiento constante
de nuestras posibilidades
a una verificación que por lo demás
ha de resultar agotadora,
si no que,
por el contrario,
busca justificar la existencia del ámbito
de posibilidad de vida,
hasta en la región más seca
e inhóspita
de nosotros mismos.
Una existencia imposible
por lo tanto,
no debiese necesariamente
contener en sí misma,
por más que alegue Aristóteles,
la condición de falsedad,
pues es necesario tener en cuenta
el conjunto de otras existencias
y posibilidades
que afectan nuestro criterio de falsedad
pudiendo, desde ahí,
venirse abajo
de forma rotunda.
Asimismo,
habrá que buscar un “algo”
que determine
cómo nombrar aquello que
siendo posible,
no llega a ser acto
o existencia,
y que niega desde ahí,
al menos según Aristóteles,
su aparente posibilidad.
Ahora bien,
esto puede sonar absurdo,
o enredado,
pero en forma alguna podemos decir
que es imposible
que sea verdadero,
y si bien
el carácter de lo imposible
es una más de aquellas cosas
que se nos escapa,
no podemos dejar de situar su existencia
en el borde que mencionaba anteriormente
para delimitar al menos
el espacio posible
de escape.
Es por esto que yo: Vian,
prefiero situar,
como les decía,
mi contacto con el mundo de lo posible
en el espacio que existe
entre lo imposible y lo falso
y que es también el lugar
en que se produce el escape
del carácter de lo imposible
y que me gustaría nombrar de otro modo,
pero no puedo.
Y es que al final,
el resumen de todo esto,
debe ser esbozado antes que el sentido de las cosas
se diluya o se pierda
como el sabor de un chicle…
¿Y saben ustedes donde se va el sabor de un chicle?
¿O saben al menos si existió alguna vez, realmente?
.
.
Y hay cosas falsas.
La diferencia es sutil
entre ambas,
pero existe.
No nos gusta hablar de ello,
por supuesto,
y a veces edificamos sobre la posibilidad
nuestras ilusiones,
y supongo que justamente ahí está la clave
de nuestros fracasos.
Sin embargo,
los que existen,
plantean su felicidad como un imperativo
que no debe ser sometido
a juicio de verdad o falsedad,
y hasta aseguran que la posibilidad de dicho estado
es un hecho incuestionable.
A pesar de esto,
yo: Vian,
baso mi estado
y mi contacto con lo que me rodea
en el borde mismo que separa
las ideas de falsedad
y de imposible,
como una grieta que existe
entre dos trozos aparentemente iguales
de concreto.
Así,
podría señalar, por ejemplo,
que es falso que usted esté a punto
de sufrir un colapso
en este momento,
aunque no podríamos asegurar
que aquello es imposible.
La idea de esto,
sin embargo,
no dice relación con el sometimiento constante
de nuestras posibilidades
a una verificación que por lo demás
ha de resultar agotadora,
si no que,
por el contrario,
busca justificar la existencia del ámbito
de posibilidad de vida,
hasta en la región más seca
e inhóspita
de nosotros mismos.
Una existencia imposible
por lo tanto,
no debiese necesariamente
contener en sí misma,
por más que alegue Aristóteles,
la condición de falsedad,
pues es necesario tener en cuenta
el conjunto de otras existencias
y posibilidades
que afectan nuestro criterio de falsedad
pudiendo, desde ahí,
venirse abajo
de forma rotunda.
Asimismo,
habrá que buscar un “algo”
que determine
cómo nombrar aquello que
siendo posible,
no llega a ser acto
o existencia,
y que niega desde ahí,
al menos según Aristóteles,
su aparente posibilidad.
Ahora bien,
esto puede sonar absurdo,
o enredado,
pero en forma alguna podemos decir
que es imposible
que sea verdadero,
y si bien
el carácter de lo imposible
es una más de aquellas cosas
que se nos escapa,
no podemos dejar de situar su existencia
en el borde que mencionaba anteriormente
para delimitar al menos
el espacio posible
de escape.
Es por esto que yo: Vian,
prefiero situar,
como les decía,
mi contacto con el mundo de lo posible
en el espacio que existe
entre lo imposible y lo falso
y que es también el lugar
en que se produce el escape
del carácter de lo imposible
y que me gustaría nombrar de otro modo,
pero no puedo.
Y es que al final,
el resumen de todo esto,
debe ser esbozado antes que el sentido de las cosas
se diluya o se pierda
como el sabor de un chicle…
¿Y saben ustedes donde se va el sabor de un chicle?
¿O saben al menos si existió alguna vez, realmente?
.
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