lunes, 21 de febrero de 2011

Vian, arquitecto antifuncional.

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Puede parecer falso, pero recuerdo que una vez vi en un documental que en un país de medio oriente la construcción de dos edificios de departamentos había sido interrumpida porque debido a un error en la implementación del diseño, no existía conexión alguna entre los distintos pisos.

Es decir, ya casi al final de la construcción, se habían percatado que no existían ascensores ni escaleras que permitieran el tránsito entre los distintos niveles, más allá de algunas de emergencia que se habían instalado al exterior del edificio y que fueron las que utilizaron los trabajadores mientras realizaban dicha construcción.

Debido a esto, las obras habían sido paralizadas y los edificios habían quedado sin terminar, hasta que un millonario árabe compró aquellas construcciones y exigió que se terminaran hasta con los más mínimos detalles, incluyendo muebles, alarmas e iluminación, aunque nunca, desde su creación, fueron habitadas por ninguna persona.

Desde entonces, la imagen de esos dos edificios vacíos, iluminándose automáticamente a ciertas horas de la noche y llenos de elementos que no iban a ser usados y que estaban allí renunciando a su función, me venía una y otra vez a la memoria, hasta que se fueron convirtiendo de a poco en el paradigma de un tipo de belleza que sólo aquello que ha sido despojado de su esencia y objetivo, puede ofrecer.
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Y claro, alguien podrá molestarse o decir que aquella belleza es a la vez un escupitajo en la cara de los que nada poseen, o una burla ante el sinnúmero de necesidades que afectan a un número demasiado alto de personas, pero lo cierto es que hay algo en esas cosas perdidas, en todo aquello sin uso práctico y sin desgaste, que se asemeja en cierto punto a la idea clásica de pureza, y que permite, también hasta cierto punto, acercarnos de una manera distinta a lo que entendemos por significado, y boicotearlo desde dentro.

Pienso por ejemplo en aquellas personas que compran un departamento y pasan día a día frente a la construcción, pudiendo permanecer largo tiempo mirándolo, incluso con largavistas, y que parecen extasiados ante el vacío, ante el espacio que los espera, o derechamente ante el no estar ahí, que pasa a ser el primer boicot que hacemos al interior de ese significado, en este caso, el de nosotros mismos.

Imaginemos también entonces qué pasaría si al interior de cada villa o condominio, se dejase siempre una casa sin habitar, como la típica casa piloto que se utiliza para mostrarnos como podría ser la nuestra y convencernos de comprarla. Qué sentiríamos al pasar los años y caminar frente a esa casa en que todo es incorruptible, donde no hay ampliaciones, donde ninguna familia ha crecido y/o se ha separado, donde nada se ha desgastado… donde todo está siempre como en estado puro.

Y si de ser antifuncional se trata, por qué mejor no pensamos en un cuarto al interior de nuestra casa, o un sector mejor dicho, un lugar perdido bloqueado por paredes y al interior del cual no tenemos acceso… ¿qué nueva forma de entender el significado podríamos tener a partir de las sensaciones que dicho espacio -casi un útero vacío al interior de nuestra propia casa-, nos provoca…?

Y es que el asunto ese de los significados perdidos es algo que me preocupa mucho más, debo reconocer, que las cosas aparentemente prácticas y que tienen en este mundo una función aparentemente establecida.

Por otra parte, no crean que olvido lo frío que suena decir esto, pero creo que la antifunción es la única forma de hacer colapsar el espacio cotidiano, cuestionando los significados rígidos y carentes de dirección, que rigen el mundo en que vivimos día a día.

De esta forma, ya que el hambre y las necesidades de los otros no nos conmovieron lo suficiente, quizá estos espacios antifuncionales esparcidos por el mundo puedan servir casi como agujeros negros, y su presencia, -al mismo tiempo que anulan el significado de todo aquello que está fuera de ellos-, pueda ayudarnos a cuestionarnos cosas de importancia, como por ejemplo cuál es la diferencia que existe entre aquellos dos edificios vacíos en un país del medio oriente, y otros dos edificios exactamente iguales, pero habitados por personas, en cualquier parte de nuestro mundo.

Por último, quizá no esté de más cuestionarnos, de paso, sobre nuestra propia arquitectura, y ver qué partes de nosotros están llamadas a ser también antifuncionales –allá verá usted si decide reflexionar sobre el alma o el apéndice-, y descubrir cuál es la función secreta de la antifunción, al interior de nosotros mismos.
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3 comentarios:

  1. Soy de la idea que la arquitectura sólo cobra su verdadero significado si es habitada, recorrida y disfrutada en forma interactiva y no sólo desde afuera. De otro modo se trataría de un objeto escultórico de grandes proporciones cuya significación (variable según quien la interprete)lo convertiría en monumento.
    La arquitectura es tal sólo si es vivida.
    Un interesante punto de vista el tuyo.
    Saludos desde Rosario, Argentina.

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  2. Bien vanguardista
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    Me agrada
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  3. Vian debo reconocer que me fascina tu manera de interpretar más allá de lo cotidiano o lo normal las cosas, o situaciones. Es por esto mismo que paso muy a menudo a leer el orden de la biblioteca.

    mmm... leyendo un comentario de arriba...me quedé pensando, en que nosotros, nuestro cuerpo y también nuestra persona en escencia es también una construcción arquitectónica, porque nos formamos de a poco, y tenemos la capacidad de fallar si una parte de nosotros no anda bien, si no está bien construida, de la misma manera que un departamento tiene mal un cimiento, u otra parte funcional.

    Sin embargo, me quedé pensando más... y me pregunté, y pregunto a quien quiera opinar o responder.
    Hace falta que alguien nos habite a nosotros para poder ser una construcción o arquitectura... y no terminar siendo tan solo un monumento? (Sin menospreciarlo)

    Saludos Vian, interesante entrada.

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