.
A lo mejor hay que drenar el lago
como en las películas antiguas.
¿Se acuerdan ustedes?
Eran películas misteriosas
en que a partir de una desaparición
o un probable asesinato,
resultaba necesario vaciar por completo
grandes estanques
o lagos
hasta descubrir el cuerpo que por lo general
estaba enganchado con algún peso
en el fondo de aquel lugar.
Yo recuerdo que siempre
en esos momentos
solía preguntarme sobre el extraño lugar
al que se iba aquella agua
pues me costaba entender cómo
un lago
podía dejar de una forma tan simple
de ser lo que era.
Desde entonces,
aunque suelo guardarme las palabras,
la idea esa de drenar el lago
venía a proponer algo así como una solución,
un camino no realizado
todavía
y que podía revelar aquellas cosas
desconocidas y olvidadas
que quedan empantanadas
a veces
al fondo de nosotros mismos.
Sin embargo,
supongo que ante todo
estamos vivos mientras somos un lago,
es decir,
no es cosa de ir vaciándose
una y otra vez
y abandonar lo que somos
por indagar en el misterio
que pensamos explicará
el significado oculto
de nuestra vida.
Y es que luego de tanto tiempo
creo que he ido aprendiendo
que drenar el lago,
es sólo una justificación más
que tenemos
para evitar ser lo que somos
y disfrutarlo.
Y claro,
más allá de ser un gran lago,
o un estanque,
o hasta un charco pequeñito,
lo importante es evitar
que se enturbie nuestra agua
y que aquello que por una u otra razón
haya decidido quedar
o haya quedado sumergido
allá adentro,
deje ya de ser de ser visible.
El problema está,
sin embargo,
en que muchas de aquellas cosas
que quedan sumergidas,
quedaron ahí estancadas
cuando aún estaban vivas,
y cuando su lugar por tanto
era presumiblemente
algún otro.
Hoy, debo confesar que hablo de esto,
plenamente confundido,
buscando la forma correcta de entender
qué tan correcto o no
era la solución aquella que creía vislumbrar
sobre drenar el lago.
Además la tristeza
de perder un amigo,
de sentir como se va su vida
mientras le acaricias la espalda,
parece de pronto otorgar
una claridad distinta
aunque amarga,
a cualquier idea
que intentemos.
Así que hoy abro un nuevo espacio
en mi interior,
y remuevo las aguas
para acogerlo transparente.
Es decir,
cuando llegue el turno
y alguien decida drenar mi lago,
a partir de hoy se encontrará,
entre muchas otras cosas,
con un perro simpático
y fiel
que va a andar correteando
por el fondo.
No le tengan miedo
si lo ven,
sólo háganle cariño y ya verán
cómo se echa a sus pies
y los mira de la forma más hermosa
que hayan visto.
Díganle Eclipse
entonces,
y verán que él se sonríe
y con ello,
a lo mejor hasta ayude a remover sus propias aguas.
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como en las películas antiguas.
¿Se acuerdan ustedes?
Eran películas misteriosas
en que a partir de una desaparición
o un probable asesinato,
resultaba necesario vaciar por completo
grandes estanques
o lagos
hasta descubrir el cuerpo que por lo general
estaba enganchado con algún peso
en el fondo de aquel lugar.
Yo recuerdo que siempre
en esos momentos
solía preguntarme sobre el extraño lugar
al que se iba aquella agua
pues me costaba entender cómo
un lago
podía dejar de una forma tan simple
de ser lo que era.
Desde entonces,
aunque suelo guardarme las palabras,
la idea esa de drenar el lago
venía a proponer algo así como una solución,
un camino no realizado
todavía
y que podía revelar aquellas cosas
desconocidas y olvidadas
que quedan empantanadas
a veces
al fondo de nosotros mismos.
Sin embargo,
supongo que ante todo
estamos vivos mientras somos un lago,
es decir,
no es cosa de ir vaciándose
una y otra vez
y abandonar lo que somos
por indagar en el misterio
que pensamos explicará
el significado oculto
de nuestra vida.
Y es que luego de tanto tiempo
creo que he ido aprendiendo
que drenar el lago,
es sólo una justificación más
que tenemos
para evitar ser lo que somos
y disfrutarlo.
Y claro,
más allá de ser un gran lago,
o un estanque,
o hasta un charco pequeñito,
lo importante es evitar
que se enturbie nuestra agua
y que aquello que por una u otra razón
haya decidido quedar
o haya quedado sumergido
allá adentro,
deje ya de ser de ser visible.
El problema está,
sin embargo,
en que muchas de aquellas cosas
que quedan sumergidas,
quedaron ahí estancadas
cuando aún estaban vivas,
y cuando su lugar por tanto
era presumiblemente
algún otro.
Hoy, debo confesar que hablo de esto,
plenamente confundido,
buscando la forma correcta de entender
qué tan correcto o no
era la solución aquella que creía vislumbrar
sobre drenar el lago.
Además la tristeza
de perder un amigo,
de sentir como se va su vida
mientras le acaricias la espalda,
parece de pronto otorgar
una claridad distinta
aunque amarga,
a cualquier idea
que intentemos.
Así que hoy abro un nuevo espacio
en mi interior,
y remuevo las aguas
para acogerlo transparente.
Es decir,
cuando llegue el turno
y alguien decida drenar mi lago,
a partir de hoy se encontrará,
entre muchas otras cosas,
con un perro simpático
y fiel
que va a andar correteando
por el fondo.
No le tengan miedo
si lo ven,
sólo háganle cariño y ya verán
cómo se echa a sus pies
y los mira de la forma más hermosa
que hayan visto.
Díganle Eclipse
entonces,
y verán que él se sonríe
y con ello,
a lo mejor hasta ayude a remover sus propias aguas.
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