.
Volví a trabajar
hace un par de días,
y me ofrecí para revisar una tesis
el día de ayer.
Y claro,
nunca he sido muy efectivo con el tiempo
destinado al trabajo,
y este año se viene pesado,
y ya firmé contratos en dos colegios
para trabajar un total
de 55 horas semanales.
Quizá debiese darme un tiempo
y sacar unas pocas cuentas,
como sumar por ejemplo
los tiempos de desplazo
y el trabajo que lo queramos o no
los profesores terminamos llevándonos a casa
día a día.
Pero bueno,
lo cierto es que en vez de pensar en eso
o avanzar en la revisión de la tesis,
o escribir la carta de renuncia al colegio nocturno
donde termino prácticamente perdiendo plata
considerando viajes y otros costos…
en vez de eso, decía,
pienso que nunca he viajado en tren.
Algunos amigos están en Europa
con becas de hasta cuatro años
por hacer tesis o investigaciones
cuya importancia, o utilidad, al menos,
resulta cuestionable.
Otros me dicen que postule a fondos,
o a becas,
o que acepte ciertos trabajos
mejor remunerados
y que dejan más tiempo, me dicen,
para realizar proyectos de escritura.
Lamentablemente,
algo me ha impedido siempre
seguir esos caminos.
No me interesan las becas,
ni los fondos,
ni que me den dinero alguno
por escribir.
De hecho,
no logro terminar de creer lo suficiente
en los otros
-en las necesidades de los otros-
como para elaborar cualquier cosa
que pueda acercarse a ser
un "proyecto literario"
relativamente serio.
Por supuesto,
no es que dé por sentado
que el trabajo frente a mis alumnos
sea algo que cubra
de cierta forma
esas necesidades de las que dudo
y que antes mencionaba,
y que de existir
vendrían a solucionar tantas cosas
que sería necesario redefinir
lo que uno termina viviendo
día a día
y hasta proyectar
nuevas cosas.
Pero como les decía en un inicio,
ya es de noche,
y debo hacer cosas…
y si bien con esfuerzo
puedo llegar a pensar en algo que no sea
ese tren
en el que nunca he viajado,
lo cierto es que
la impresión sensible de este hecho
es algo que no puedo dejar de sentir
quién sabe si como necesidad
o carencia,
al interior mío.
De todas formas
no me interesa ahora
hablar de carencias
o necesidades propias
porque sería hurgar en heridas
que por lo demás siempre han estado abiertas.
Y claro,
quizá este se convierta en un año extraño
y el tiempo no dé para mucho,
y todo aquello que realizamos
a partir de esa extraña forma que tenemos
de entender el amor
-o como quiera que se llame eso que duele
y que a la vez nos mueve-,
termine por desgastarse tanto
que debamos aceptar una nueva forma de entenderlo,
más compatible y menos exigente
con uno mismo
o con los otros
y que permita por lo menos
una mejor y más tranquila
convivencia.
Lamentablemente,
supongo que eso es algo
que llegará, por sí solo, en su momento,
y quizá entonces me ría
o me avergüence
de aquellos días
en que en vez de ocupar en otras cosas
mi tiempo,
lo dejaba ir mirando a los otros
o escribiendo en un blog
o sintiendo la necesidad de un tren
en el que nunca he viajado…
cosas en definitiva que uno de puro estúpido
piensa a veces que son útiles
o mínimamente necesarias
para los demás
o para uno mismo.
Por último,
y debido a lo anterior,
aprovecho de despedirme
-si es que alguien lee-
por si un día de estos me quedo dormido
o no alcanzo a escribir en el blog,
pues faltar a escribir aunque sea un día en él
desde que comencé
es el único requisito que me puse
para no seguir haciéndolo.
¿Y saben…?
no sé si tomo las decisiones correctas
y ni siquiera sé si vivo
la vida correcta,
Volví a trabajar
hace un par de días,
y me ofrecí para revisar una tesis
el día de ayer.
Y claro,
nunca he sido muy efectivo con el tiempo
destinado al trabajo,
y este año se viene pesado,
y ya firmé contratos en dos colegios
para trabajar un total
de 55 horas semanales.
Quizá debiese darme un tiempo
y sacar unas pocas cuentas,
como sumar por ejemplo
los tiempos de desplazo
y el trabajo que lo queramos o no
los profesores terminamos llevándonos a casa
día a día.
Pero bueno,
lo cierto es que en vez de pensar en eso
o avanzar en la revisión de la tesis,
o escribir la carta de renuncia al colegio nocturno
donde termino prácticamente perdiendo plata
considerando viajes y otros costos…
en vez de eso, decía,
pienso que nunca he viajado en tren.
Algunos amigos están en Europa
con becas de hasta cuatro años
por hacer tesis o investigaciones
cuya importancia, o utilidad, al menos,
resulta cuestionable.
Otros me dicen que postule a fondos,
o a becas,
o que acepte ciertos trabajos
mejor remunerados
y que dejan más tiempo, me dicen,
para realizar proyectos de escritura.
Lamentablemente,
algo me ha impedido siempre
seguir esos caminos.
No me interesan las becas,
ni los fondos,
ni que me den dinero alguno
por escribir.
De hecho,
no logro terminar de creer lo suficiente
en los otros
-en las necesidades de los otros-
como para elaborar cualquier cosa
que pueda acercarse a ser
un "proyecto literario"
relativamente serio.
Por supuesto,
no es que dé por sentado
que el trabajo frente a mis alumnos
sea algo que cubra
de cierta forma
esas necesidades de las que dudo
y que antes mencionaba,
y que de existir
vendrían a solucionar tantas cosas
que sería necesario redefinir
lo que uno termina viviendo
día a día
y hasta proyectar
nuevas cosas.
Pero como les decía en un inicio,
ya es de noche,
y debo hacer cosas…
y si bien con esfuerzo
puedo llegar a pensar en algo que no sea
ese tren
en el que nunca he viajado,
lo cierto es que
la impresión sensible de este hecho
es algo que no puedo dejar de sentir
quién sabe si como necesidad
o carencia,
al interior mío.
De todas formas
no me interesa ahora
hablar de carencias
o necesidades propias
porque sería hurgar en heridas
que por lo demás siempre han estado abiertas.
Y claro,
quizá este se convierta en un año extraño
y el tiempo no dé para mucho,
y todo aquello que realizamos
a partir de esa extraña forma que tenemos
de entender el amor
-o como quiera que se llame eso que duele
y que a la vez nos mueve-,
termine por desgastarse tanto
que debamos aceptar una nueva forma de entenderlo,
más compatible y menos exigente
con uno mismo
o con los otros
y que permita por lo menos
una mejor y más tranquila
convivencia.
Lamentablemente,
supongo que eso es algo
que llegará, por sí solo, en su momento,
y quizá entonces me ría
o me avergüence
de aquellos días
en que en vez de ocupar en otras cosas
mi tiempo,
lo dejaba ir mirando a los otros
o escribiendo en un blog
o sintiendo la necesidad de un tren
en el que nunca he viajado…
cosas en definitiva que uno de puro estúpido
piensa a veces que son útiles
o mínimamente necesarias
para los demás
o para uno mismo.
Por último,
y debido a lo anterior,
aprovecho de despedirme
-si es que alguien lee-
por si un día de estos me quedo dormido
o no alcanzo a escribir en el blog,
pues faltar a escribir aunque sea un día en él
desde que comencé
es el único requisito que me puse
para no seguir haciéndolo.
¿Y saben…?
no sé si tomo las decisiones correctas
y ni siquiera sé si vivo
la vida correcta,
sólo sé que debo ir a regar mis bonsáis,
ducharme,
alcanzar ojalá a dar un paseo en esta noche,
corregir la tesis que me encargaron
y dormir un par de horas…
así,
dejando a un lado las carencias
de las que no quiero hablar,
quizá haya tomado sin darme cuenta
el tren ese que a veces pienso nunca he tomado
y cuyo destino es tan hermoso y reconfortante
que sólo pensar en él
te hace sonreír con alegría
y confiar en el bello absurdo
que es a veces acercarse a los otros
-y a uno mismo-
de esta forma.
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ducharme,
alcanzar ojalá a dar un paseo en esta noche,
corregir la tesis que me encargaron
y dormir un par de horas…
así,
dejando a un lado las carencias
de las que no quiero hablar,
quizá haya tomado sin darme cuenta
el tren ese que a veces pienso nunca he tomado
y cuyo destino es tan hermoso y reconfortante
que sólo pensar en él
te hace sonreír con alegría
y confiar en el bello absurdo
que es a veces acercarse a los otros
-y a uno mismo-
de esta forma.
Vian, en lo personal... las veces que tengo que viajar hacia el sur a visitar a mi padre, de preferencia tomo el tren. Y si, es una experiencia distinta, hablando tanto física como sicológicamente. Es más comodo, fresco, las ventanas son bastante amplias y el ritmo del tren más la tranquilidad se agradece.
ResponderEliminarEs bastante reconfortante viajar escuchando música, o leyendo un libro, o sacando fotos al paisaje, o simplemente ir mirando de manera embobada hacia afuera.
Seria interesante quizá, que usted tomara un notebook algún día, con internet de ese que se lleva como una garrapata, que se conectara a su blog mientras va viajando en tren, y escribiese como se siente saciar aquella necesidad tan particular. No sale tan caro tomar el tren ! Y vale la pena... en especial cuando se ven los rieles pasando uno tras otro bajo los pies.
A mi me parece que una necesidad se vuelve vital, desde que lo deseamos. Porque la vida trata de deseos, y de como los cumplimos. Es algo así como defino vivir.
Eso Vian, es tan solo una idea.
Y bueno, la verdad sería bastante triste que se despidiera por completo de acá.
Yo leo siempre, o bueno.. no miento.. TRATO de pasar siempre por aquí. Me agradan sus entradas. Y más que eso a veces.
Saludos Vian !