sábado, 25 de julio de 2020

Un niño y un árbol.


Atrás, cerca de la sala que usaban como biblioteca había un árbol. Estaba al fondo del colegio, en un lugar alejado al que prácticamente no iba nadie, pues los recreos eran breves y el sector, si soy sincero, tampoco era la gran cosa. Por más que tuviese un árbol.

Quien sí iba era un niño de los cursos más pequeños. Un chico que daba bastantes problemas y que solía golpear a otros compañeros, arrojar cosas al suelo y escupir profesores, entre otras reacciones similares.

Yo tenía que estar unas horas en la biblioteca, en la semana, y desde ahí podía ver al niño llegar y subirse al árbol, generalmente antes que tuviesen que regresar a la sala. Por lo general se acercaba caminando por el borde de una pared, fijándose en que nadie lo estuviera vigilando. Luego, con grandes esfuerzos (era un niño pequeño, después de todo), se subía al árbol, quedándose muy quieto, hasta que los otros comenzaban su búsqueda y desesperaban un poco.

Es extraño, pero nunca descubrieron que se trepaba al árbol, pues el niño conseguía bajar y correr hacia algún sitio donde lo encontraban luego, como si siempre hubiese estado allí.

En lo personal, si bien hablé con el niño en otros lugares y hasta logré que no me golpeara ni escupiera, lo cierto es que nunca me acerqué cuando él estaba en el árbol.

No sé si hice bien o hice mal con eso, pero de cierta forma sentí que debía hacerlo así, y respetar su espacio.

De todas formas, como dejé de trabajar en ese colegio al año siguiente, no sé qué habrá pasado finalmente con ese niño.

El árbol, por lo demás, ya habían comenzado a arrancarlo, un par de días antes que yo renunciara.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Seguidores

Archivo del blog

Datos personales