viernes, 31 de julio de 2020

Piedras que matan.


Hay dos, según entiendo. Una está cerca de Kurobane, en Japón, y es la más conocida. Aparece mencionada en unos cuantos libros, incluidos unos breves escritos de Matsuo Basho. La leyenda la asocia a una amante del emperador Konoe, llamada Tamamo-no-mae, quien habría sido acusada de provocar una grave enfermedad, al emperador. De hecho, se citan en los escritos oficiales varias declaraciones de testigos que aseguran haber visto aparecer un relámpago desde el cuerpo de la amante, justo después de haber terminado un temblor y antes de que el emperador se enfermase.

Más allá de los detalles, el resultado es que el espíritu de esa mujer, sería el que supuestamente permanece en esta piedra que mata, en Japón. De ella, hay grabaciones que, hasta el día de hoy, muestran como afecta extrañamente a los insectos que se acercan o posan en ella, provocando su muerte casi instantánea. Según sé, fue investigada por científicos estadounidenses, durante la ocupación, pero desconozco que habrán concluido (si es que llegaron a alguna conclusión) y la piedra sigue en el mismo lugar, con sus mismas características y extrañas propiedades.

La segunda piedra que mata está en Montserrat, España. Apenas se habla de ella, pero supuestamente fue la razón por la que algunos ermitaños decidieron, tiempo atrás, quedarse cerca del lugar, resguardándola. Además de provocar la muerte de insectos esta piedra habría provocado la muerte de pájaros pequeños, que se posan sobre ella. Pude verla hace varios años, en una visita que hice al lugar, que se encontraba con prohibición de acceso el día que fui, justamente por la escarcha y el hielo que se había producido la noche anterior, el día más frío en España en varias décadas.

Como no había mayor resguardo, salvo advertencias, me acerqué igual hasta el lugar y pude ver la piedra, que estaba cubierta de una fina capa de hielo. Me acerqué y por un momento pensé en sacar un poco y guardarlo en una botella, hasta que se volviese líquido… pero luego pensé que era algo innecesario.

Regresé de ahí con cuidado, finalmente, mientras un helicóptero sobrevolaba el lugar, comprobando que no hubiese nadie en esa zona.

Eso ocurrió en mi única visita al lugar, hace más de diez años.

Hace unas horas, sin embargo, leyendo a Basho, recordaba lo de las piedras y mi memoria volvió hacia otros recuerdos (que no mencionaré acá).

Ambas piedras son exactamente iguales, por cierto, y supongo que debe haber otras, escondidas en diferentes sitios.

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