domingo, 5 de julio de 2020

Muebles.


I.

Debería haberme comprado muebles, me dijo.

Un montón de muebles grandes y pesados y amarrarme a ellos.

Quieto entre ellos debería estar.

En silencio y resignado a ser parte de eso que llaman hogar.

Como uno más.

Como una cosa frágil entre otras cosas.


II.

Debería haber aspirado a cosas distintas, me dijo.

Pero uno no siempre elige sus sueños.

Ir a África, vivir en la montaña, pintar pájaros en las paredes.

Miente quien dice que los ha elegido.

Llegan y te abandonan cuando quieren.

Los sueños, me refiero.

Entonces vuelves a ordenar la casa.

Miras el reloj.

Y la desesperación viene a sentarse donde se le antoja.


III.

Tal vez me expliqué mal, me dijo.

No es el tiempo lo que me molesta.

Tampoco el hogar, la casa o como quieras nombrarlo.

Lo que me molesta es más bien la desesperación que llega y se instala.

Justo cuando crees que todo está bien.

Justo cuando alcanzas el equilibro.

Entonces la vibración de los muebles te avisa que algo va a pasar.

Y tú, como cosa frágil, te inquietas.

Porque todo es frágil para una cosa frágil.

Por eso necesitas muebles que no vibren, me dijo.

Eso necesitas y un corazón tranquilo.

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