lunes, 24 de diciembre de 2018

Una serpiente y un ratón.


Me regalaron una serpiente de mascota.

Y para alimentarla me regalaron un ratón.

Los dejé juntos y también les dejé agua.

Me dijeron que eso bastaba por unos días.

Entonces viaje para pasar unos días en la montaña.

En una pequeña cabaña de un pariente que hace figuras con madera.

En la entrada, de hecho, había hecho un pesebre, no muy grande, pero con una gran variedad de figuras.

Al día de llegar encontramos una culebra en el pesebre, entre las figuras.

Se había enroscado entre ellas y al parecer se había comido a uno de los reyes magos.

Creo que a Melchor.

Pensaron en matarla, pero los convencí que la dejaran de mascota.

Y les dije que podían alimentara, si querían, con un ratón.

Por la tarde, junto a un primo, cazamos un ratón para alimentar al reptil.

Era bastante grande, pero confiamos en que la culebra podría con él de todas formas.

Los dejamos juntos en una caja de madera y también les dejé agua.

Volví esa misma noche a mi casa, a los pies de la montaña.

Mi serpiente estaba enroscada, junto al ratón.

Ambos estaban vivos y el agua estaba intacta.

Llamé horas después a mi tío y le pregunté qué había pasado con la culebra y el ratón.

Él me dio que ambos estaban vivos y el agua estaba intacta.

Mientras hablábamos, nos percatamos que era ya bastante tarde, pero la noche todavía no llegaba.

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