viernes, 21 de diciembre de 2018

Sueño.


Soñé que Fassbinder estaba vivo y dirigía en el patio de mi casa el especial de navidad para una serie que trataba de un vendedor de aspirinas.

Tanto él como los actores hablaban en alemán y daban vueltas por la casa de forma brusca, sin preocuparse de nada.

Por lo mismo, yo debía andar atento pues algunos cambiaban cosas de lugar y debía preparar algunas cosas para comer, además de limpiar a cada rato.

Por si fuera poco, el propio Fassbinder se paseaba por mi biblioteca y de vez en cuando sacaba algún libro, que luego dejaba en cualquier sitio, incapaz de leerlos, en español.

Por la ventana de mi cuarto miraba la filmación, que por lo general se desarrolló en el patio en un set improvisado con unos muros falsos opacos y una pequeña decoración que indicaba que estaban en navidad.

Los actores eran solo cuatro: el vendedor de aspirinas, su esposa, una mujer mayor que parecía ser la madre del primero y un hombre que venía de visita y que sufría constantes dolores de cabeza y se acostaba con la mujer del vendedor.

La grabación, por cierto, era amarga y agresiva, como el propio Fassbinder.

Hacia el final del capítulo la esposa le entrega un regalo al vendedor, pero este lo deja a un lado y decide no abrirlo.

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