martes, 4 de diciembre de 2018

La que se parezca más a mí.


Estaba cerca de recibirse cuando se embarcó en el crucero. Le faltaba entregar la tesis y dar el examen de un ramo que tenía pendiente, según supimos más tarde. No le avisó a nadie salvo a algunos de nosotros tras un partido de fútbol, luego de emborracharnos un poco. Incluso, en lo personal, no le creí hasta que un par de semanas después llegó al departamento que arrendaba en ese entonces con unos libros de regalo. Entre los libros venían varios de Steinbeck y una edición antigua de Maupassant. Fue entonces que me dijo que no pensaba volver y que su verdadero plan era irse en el crucero y bajarse en alguna de las detenciones que el barco realizaba. La que me tinque más, me dijo. La que se parezca más a mí. No hablamos mucho más del asunto y me pidió de paso que le guardara el secreto. Cosa que hice. Por mucho tiempo esperé recibir algún mail donde me contara qué estaba haciendo. En qué lugar había decidido bajarse, por último o algo así. Años después, sin embargo me encontré con un amigo en común quien me contó que había regresado tras un año en el crucero. Y que al parecer vivía en Concepción, donde se casó, tuvo mellizos y puso un negocio cerca del terminal. Parece que le va bien, me dijo. ¿Qué tal te va a ti?

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