viernes, 7 de diciembre de 2018

Entrené por seis años a mi perro.


Entrené por seis años a mi perro.

El primer año no vi logros.

Al segundo se sentaba y se hacía el muerto.

Al tercero  se paraba en dos patas mientras movía las de arriba como si bailara flamenco.

Los tres años siguientes intenté que se hiciese toralmente independiente.

Y creo que las cosas han salido bien.

Ahora, por ejemplo, él se lanza su propio palo y hasta va a buscarlo.

Entierra y desentierra un hueso, sin molestar a nadie.

Imita a un gato y luego finge que lo persigue.

Y lo más reciente: se da órdenes a sí mismo.

Un amigo que también entrenó al suyo, dijo que ahora el perro necesita discípulos.

Es decir, me recomendó que le comprara una mascota a mi perro para que él se hiciera cargo.

Por eso, hace unos días lo llevé hasta una tienda para que él mismo eligiera.

Tras algunas indecisiones se inclinó por una pareja de gerbos de color café.

A uno lo bautizó como Guau y al otro como Guauf.

Se pasa el día mirándolos y supongo que está decidiendo qué cosa enseñarles primero.

Si lo hace bien, y me demuestra que puede, en los próximos meses creo que me iré de este lugar.

Ya no haré falta en este sitio.

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