jueves, 5 de febrero de 2015

Ver de esa forma.


Era el tiempo en que tenía amigos trabajando en el zoológico (y no me refiero a los animales). Los había conocido tras conseguir unos permisos para hacer unas fotos y a veces me dejaban ayudar con las labores. Debido a eso, pude entrar al espacio de las jirafas, las águilas, los pingüinos, y una vez me dejaron incluso arrojar carne en la jaula del tigre.

Esa vez, en vez de arrojar la carne desde una especie de abertura, un amigo me llevó hasta la puerta por la que entraban también a hacer aseo o a atender al animal. Se trataba de una puerta doble, donde podías quedar en un espacio de seguridad si es que había alguna dificultad.

El caso es que me quedé en ese espacio largo rato mientras miraba al animal que se paseaba a una distancia prudente. Fue entonces que el tigre se acercó por un costado y yo pude percatarme que el supuesto espacio seguro, tenía un pasillo que conectaba directamente con el interior de la jaula.

Y claro, justo al otro lado de ese pasillo, sin nada entre ambos salvo unos tres metros, vi de pronto al tigre, mirándome.

Mi amigo, tratando de mantener la calma, me dijo que tomara una herramienta larga de metal (que al parecer el tigre temía) que estaba a un costado de donde me encontraba, pero lo cierto es que no pude reaccionar y solo veía los ojos del tigre, que miraba directamente.

Segundos después mi amigo entró, tomó el instrumento de metal y tras unos movimientos y gestos, el tigre se fue de ese pasillo, pero sin dejar de mirarme.

Recuerdo que eso fue lo que más me llamó la atención. No poder dejar de mirarnos hasta después que mi amigo cerrara la entrada, incluso.

Seguí yendo al zoológico por un tiempo más (en el día que no había atención masiva a público), pero desde entonces siempre con una sensación extraña, pues sabía, que en cierta parte del zoológico estaba ese tigre, que me había visto.

Y la sensación, por cierto, era bastante extraña, pues sentía de una forma difícil de explicar, que nadie más, salvo ese tigre, me había visto.

Sé que puede parecer raro decirlo así, pero quisiera recalcar que yo sentía que el tigre me había visto totalmente, por cierto, desde mi nacimiento hasta mi muerte, por decirlo de alguna forma…

Así, llegó el día en que no volví a ir al zoológico, simplemente.

E intenté, sin éxito, olvidarme de esa sensación.

Para finalizar la historia diré que hace unos días me encontré con ese amigo (ya no trabaja en ese lugar, por supuesto) y entre una cerveza y otra me dijo que en esa oportunidad yo había dado un par de pasos hacia el tigre, mientras estaba frente a él, cosa que por cierto no recuerdo.

Respecto a la sensación de haber sido visto, por otro lado, debo confesar que nunca se ha repetido (aunque viví una sensación muy hermosa a partir de la mirada de una jirafa).

Y es que puede sonar trágico, de cierta forma, pero esa mirada me hizo sentir comprendido de una manera que no creo vuelva a ocurrir.

Desde entonces, imagino el corazón del tigre como el corazón de alguien que ha logrado abarcar de una sola mirada la totalidad de las estrellas, sin dejar fuera a ninguna.

Y claro, supongo que solo se puede amar, ciertamente, después de lograr ver, de esa forma.

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