-Antes de morir quiero que me congelen –me dijo-. En
una de esas máquinas que salen en las películas de ciencia ficción…
-¿Para que te despierten en un futuro lejano? –pregunté.
-No, no es eso… -contestó-. De hecho, no estoy
seguro si quiero que me despierten, alguna vez…
-¿Y para qué congelarse, entonces?
-No sé… para no morir, en el fondo, yo creo...
-¿Te da miedo morir?
-Claro… como a todos…
-Pero estar congelado y no descongelarse, ¿no debe
ser igual a estar muerto…?
-No es lo mismo… -explicó-. O sea, lo que me da
miedo es el acto de morir… no el estado de estar muerto…
-…
-De todas formas tampoco es algo tan simple…
-continuó-. O sea, no es simple porque igual es como cambiar un miedo por otro…
-¿El miedo a lo que suceda estando congelado?
-No, no es eso, tampoco… Me refiero a la dificultad
de elegir correctamente el momento para congelarse… para no perder vida… o no
perder mucha vida, más bien…
-No te entiendo bien… Desde un inicio hablabas de
congelarte antes de morir…
-Claro… pero ¿cómo se sabe cuándo es ese antes…?
-Sigo sin entender bien…
-Me refiero a que siempre estamos en ese antes… hoy
es siempre “antes de morir” para todos los que están vivos… pero a veces puede
ser difícil identificar ese momento justo antes de morir…
-Entonces te da miedo la acción de congelarte y no
el estar congelado… como con la muerte…
-No… con la muerte es así… con el congelarme no me
da miedo la acción, sino el tiempo de la acción, la identificación de ese
momento…
-¿Y entonces…? ¿Se te ocurre alguna solución?
-Sí… pero es muy tonta…
-¿Cuál?
-Lo ideal sería congelar el tiempo justo antes de
que yo elija el momento ese del que hablaba… aunque lo congele otro, claro,
para no identificar mal el momento…
-¿Y si el otro elige mal el momento?
-No sé… al menos no lo sabré y será culpa mía…
-Pero eso mismo es la muerte po, hueón…
-No, no es lo mismo…
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