viernes, 27 de febrero de 2015

Pixelar la tormenta.



Se observan los rayos, suenan los truenos y cae el granizo.

Esto no es una tormenta.

Si lo quieres, me refiero, no es una tormenta.

Puedes ir incluso en medio de la calle, bajo el agua… pero la decisión está en tus manos.

Trata de hacerte una imagen…

Digamos, por ejemplo, que pixelas la tormenta.

La recibes en ti, pixelada…

Ahora espera.

¿Puedo decirte algo…?

Pues bien, no es tan malo como podrías pensar…

No afecta tanto, me refiero.

Después de todo, los rayos cesan, los truenos se silencian, el granizo y la lluvia se acaban.

Y claro… ya entonces puedes comprobar que no era una tormenta.

Por otro lado, compruebas, de paso, la utilidad del pixelar.

Luego solo basta esperar, y organizar unas reglas:

Cuando mires lo que amas, pixela.

Cuando mires lo que odias, pixela.

Luego descubrirás que el mundo para ver, es uno solo.

Conseguido esto, por cierto, no sigas pixelando.

No caigas, me refiero, en la tentación de pixelar dentro de ti.

Piénsalo un poco…

Aléjate de esas tentaciones.

No lo digo con ironía.

O sea, no lo digo con tanta ironía.

Usted entiende.

Y es que afuera,
ya no se observan los rayos, ni suenan los truenos ni cae el granizo.

Esto, tal vez, no es una tormenta.

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