viernes, 13 de febrero de 2015

Lo que me enseñó un profesor del que no aprendí nada.

.

Visité a un profesor muy cercano
poco antes que él muriera
de un cáncer fulminante
que le diagnosticaron
de forma tardía.

Contamos anécdotas,
nos reímos recordando estupideces
y me pidió que le encendiera un cigarro
a escondidas de la enfermera.

No recuerdo que hayamos tocado
ningún tema “serio”,
salvo reírnos un poco
a partir del sentido de la tragedia
en Beckett,
mientras recordábamos algunas situaciones
igualmente absurdas.

Creo que le habían dicho
que le quedaban tres semanas
y el doctor que dio el pronóstico
fue, según mis cálculos,
bastante certero.

Otra cosa que hicimos
fue ver un rato las noticias.

También me ofreció unos libros
que nunca fui a buscar.

Y claro…
nos despedimos deseándonos suerte.

No recuerdo, por cierto,
haberle dado muchas vueltas
a su situación.

Me refiero a que no lloré su muerte,
por ejemplo.

Ni asistí a su entierro.

Y tampoco entregué palabra alguna
a la familia,
tras su deceso.

Con el tiempo, incluso,
me he preguntado qué mierda
aprendí de ese profesor…

Y lo cierto es que no recuerdo
haber aprendido nada.

Nada concreto, al menos.

Ni tampoco nada esencial.

Bueno,
en realidad me prestó unos libros
donde conocí a los surrealistas,
pero eso fue fuera
del ámbito escolar.

También me prestó un poema muy extenso de él,
en rollo,
que extravié en Valdivia
y que intenté recuperar por años…

Pero claro…
yo decía que como profesor,
en el aula, digamos…
no recuerdo haber aprendido 
nada en particular.

Con todo,
tras darle vueltas al asunto,
y al cariño este
que siento por él
hasta el día de hoy,
podría concluir que aprendí
que creer en el otro
es algo natural
y que el cerebro no puede sacarle jugo alguno,
por más que se intente,
a ese tipo de naranjas...

Y es que había que reírse con Beckett,
simplemente,
y aburrirse con Joyce
y amar ingenuamente con Eluard
y alegrarse con Prevert…

Cada cosa a su tiempo,
por supuesto,
y con la libertad que cabe en un mundo
que siempre avisa
cuando parece ser demasiado tarde...

Suerte, hasta antes que se muera,
creo que le dije esa vez,
en la última visita.

Y claro...
él se despidió 
de la misma forma.

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