I.
El arquitecto hizo un puente y quedó mal hecho.
Eso comentan todos en el pueblo.
Los políticos que venían a inaugurarlo se enteraron y ya no vienen.
La ceremonia se hará igual, pero mal hecha.
II.
Pasa el tiempo y el puente mal hecho se está haciendo famoso.
De todos lados vienen personas a verlos y se fotografían junto a él.
En TV hacen parodias sobre el arquitecto y su fallida construcción.
Las parodias tampoco están bien hechas, ciertamente.
III.
A mí también me dicen que construyo mal mis oraciones.
Creo que el error está en el tiempo de los verbos o algo así.
Por lo mismo, le tomo cariño al puente mal hecho.
Aunque si lo pensara mejor debiese encariñarme con el arquitecto.
(Pero eso suena gay).
IV.
En el pueblo también existe un puente perfectamente construido.
Pero nadie se interesa en ese puente.
Me refiero a que sigue pasando el tiempo y nadie se interesa en él.
Por lo mismo, poco a poco he dejado de encariñarme con el que está mal
hecho.
Y claro… me he acercado al que estaba correctamente construido.
Ya hasta me confundo cuál es cuál.
V.
Con el tiempo, la gente comienza a transitar por el puente mal hecho.
Y cuando digo transitar yo digo que van y vienen.
Me refiero a que no conozco a nadie que haya pasado en una sola
dirección del puente.
Es como los relojes detenidos, tal vez, que marcan la hora
correctamente, y sin variar, dos veces en el día.
VI.
Mientras pasa el tiempo yo observo el pueblo desde el puente bueno.
Aunque claro, con el abandono se ha ido deteriorando y ahora parece que
es el malo.
Por lo mismo, si me reuniera a hablar con el arquitecto, esa sería una
conversación de genios.
Y es que ambos logramos que, sin saberlo, la gente siguiera nuestro
plan.
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