Soñé que lustraba los zapatos de Dios.
Sé que suena hueón, pero eso es lo que soñé.
Los zapatos eran negros y yo me tenía que esforzar
para que quedasen brillantes.
Dios, por cierto, tenía puestos los zapatos, y yo
los lustraba sin levantar la vista hacia donde estaba el resto de él.
Era un trabajo agotador, pues los zapatos de Dios eran
inmensos y yo debía utilizar una gran cantidad de paños y de latas de pasta
para intentar terminar con mi trabajo.
No recuerdo que hubiese nada más en el escenario
del sueño.
Me refiero a que junto a mí solo estaban los
zapatos de Dios (con los pies de Dios dentro), y los elementos para llevar a
cabo mi labor.
Entonces recuerdo haber escuchado un pequeño
murmullo.
Algo así como voces pequeñas que susurraban algo, y
que venían desde la distancia.
Por ningún motivo, debo aclarar, podía tratarse de
la voz de Dios.
Así, concentrándome, logré escuchar un par de
frases nítidas…
-Es como el
grillo ese que intentaba cantar en el centro de Santiago…
-Otro hueón
que se creyó el cuento…
Luego, mientras seguía lustrando escuché risas.
Esas mismas voces se estaban riendo de mí, pensé.
Y claro, seguí lustrando, pero no pude evitar que
mi pensamiento cuestionara toda aquella situación…
¿Para qué
mierda necesita Dios zapatos…?, pensé.
Se debe estar
burlando de mí…
A pesar de eso, debo reconocer que, en el sueño,
seguí lustrando los zapatos de Dios.
Sentí como si pasaran horas, en el sueño.
Realmente estaba agotado.
Poco antes de terminar, sin embargo, mientras
observaba el trabajo completo –sin atreverme a ver más allá de los zapatos, por
cierto-, observé que quedaba una pequeña zona sin lustrar, cerca del taco del
zapato izquierdo.
Entonces me acerqué, pasé un trapo por la pasta… y
fingí que limpiaba también ese sector…
Y claro… mi gesto rebelde fue así dejarle una minúscula
parte sucia, a los zapatos de Dios.
Con todo, mientras despertaba, me cuestioné
fuertemente si no era una derrota más profunda de mi parte el haber estado
horas haciendo ese trabajo y dejarlo finalmente inconcluso, que el haberme
tomado esa pequeña venganza…
Ya despierto, dejé de cuestionarme, y llegué a una
conclusión sensata.
Sé que suena hueón, pero eso es lo que hice.
Imagino zapatos de colegio eternos.Dios siempre ha quedado repitiendo. Saludos Vian.
ResponderEliminarSaludos...
ResponderEliminarYo creo que de alguna u otra forma, todos lustramos los zapatos de Dios, o al menos de los que se creen dioses y señores de este mundo. Quizás ese espacio sin lustrar es alguna que otra revolución.
ResponderEliminar