“-Cuando no se recuerda nada –dijo Wolf-,
todo debe ser muy distinto”
B.V.
Debo tener toda una colección de vales o boletas
que indican que he dejado dinero por los envases de algunas cervezas.
No es que los junte a propósito o que intente
realmente dar forma organizada a una colección, pero lo cierto es que se han
ido acumulando.
Simplemente están ahí, en un cajón, junto a otros
pequeños papeles donde anoto frases breves que escuché, o leí, o se me
ocurrieron durante el día.
Lo extraño, sin embargo, es que nunca recurro a
esos papeles.
A veces abro el cajón, es cierto, y saco un papel
al azar, pero cuando se trata de las frases que escribí nunca logró descifrar
la letra.
En cambio, siempre aparecen de forma muy clara las
cifras y el número de envases asociados.
Dinero no recuperado, en definitiva, diría alguien práctico.
Con todo, no me decido a botar ninguno de esos
papeles.
Y no es que piense cobrarlos, en algún momento.
Me refiero a que no creo que intente leer esas
frases ni mucho menos llevaré los vales para que me devuelvan el valor de los
envases.
Y es que las frases, así, despojadas del contexto y
alejadas de quienes las dijeron, han ido perdiendo su valor… y en cuanto al
dinero, sé con certeza que nunca ha tenido valor alguno.
Con todo, los papeles esos quedan ahí como una
especie de testimonio… igual que las botellas vacías, o esos discos con fotos
de viajes que nunca he vuelto a revisar.
Los papeles se molerán, las botellas se convertirán
en arena y se borrarán los archivos de imágenes…
Lo realmente esencial, teniendo en cuenta todo
esto, debe estar en otro sitio.
Tiene que estar en otro sitio.
Ya no sé cómo hacer, para encontrarlo.
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