miércoles, 4 de febrero de 2015

Ella pide que le echen bronceador.



Ella se sentó en una silla y le pidió a él que le echara bronceador. De hecho, le dio una serie de órdenes precisas. Una capa de bloqueador. Otra de bronceador. Un tipo de aceite cuyo nombre no recuerdo.

También dio detalles sobre la forma en que estos debían aplicarse. De forma circular. Arrastrando con fuerza la mano. De forma horizontal y con movimientos breves.

El hombre seguía de buena forma las instrucciones.

Yo tomaba unas cervezas y leía un libro.

Entonces la mujer se tendió de espaldas y justo en ese instante el cielo se nubló.

O sea, no fue que se nublara, pero la luz del sol dejó de llegar de forma directa.

Entonces ella se volteó y vio que había una única nube en el cielo. Una nube pequeña.

Volvió a tenderse boca abajo, esperando.

Yo saqué otra cerveza.

Tras un rato la mujer le hizo un comentario al hombre sobre aquella nube.

La mujer parecía molesta.

El hombre le dijo que la nube se iría pronto, que parecía pasajera.

La mujer pareció molestarse más.

Pasó otro rato y la mujer le dijo al hombre que qué mierda sabía él de nubes.

El hombre no contestó.

Justo en ese instante la nube dejó de cubrir al sol, aunque solo fue por unos instantes.

Luego volvió a cubrirlo.

Casi, dijo el hombre.

La mujer no dijo nada.

Pasó otro rato.

Yo abrí otra cerveza.

Se despejó un instante, nuevamente, y volvió a cubrirse.

Te demoraste mucho en echarme bronceador, dijo la mujer.

El hombre no contestó. Creo que veía algo en su teléfono.

En mi libro, mientras tanto, los personajes hablaban como suelen hablar los personajes de los libros.

Volví a concentrarme en la lectura y me despreocupé de la pareja.

Se me habían acabado las cervezas, además.

Cuando volví a mirar, minutos después, otras nubes habían poblado el cielo y la mujer se ponía su ropa, sobre el traje de baño.

El hombre guardaba unas cosas en un bolso.

¿Pasamos a comprar unos pasteles? Dijo la mujer.

El hombre asintió, y agregó que tenía ganas de una tarta de frutas.

Ella ya no parecía molesta.

Guardaron el bronceador y uno de los aceites, que habían quedado junto a una toalla

Finalmente, él le dio un beso y se fueron juntos, de la mano.

Con qué poco se conforman, pensé yo, mientras metía el libro junto a las latas vacías de cerveza.

Con qué poco se conforman.


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