sábado, 1 de septiembre de 2012

Buscar de noche a la oveja negra.


“Sí, quiero saber: ¿todo esto será la consecuencia
 de una fábula sometida por la realidad
o de la realidad rendida por una fábula?
Me gustaría preguntárselo a usted,
que está situado fuera de este tribunal.”
Kobo Abe, Idéntico al ser humano.


I.

Ante todo, uno debiese preguntarse para qué buscar a la oveja negra.

No para no hacerlo, claro, -porque uno se debe a una labor y eso es siempre un pilar esencial-, sino para saber qué se hace con la oveja negra, luego que se encuentra y se regresa al rebaño.

Con todo, en la oportunidad que aquí les narro, no quedó mucho espacio para la reflexión de los porqué, pues el pastor recibió la orden imperiosa, en mitad de la noche, de ir por la oveja negra.

-Quiero que vayas por la oveja negra –fue lo que le dijeron.

Aunque claro, luego especificaron más

-No quiero que la traigas de regreso –le aclararon-, debes ir en medio de la noche, y rasgarle el pescuezo. Nada más.

El pastor dudó por un momento sobre aquella orden, pero al final dejó de preocuparse y salió en medio de la oscuridad, armado con un gran cuchillo.

No mucho después, el pastor chocaba con algo que bien podía ser la oveja negra.

-¿Eres la oveja negra? –le preguntó, para estar seguro.

Pero aquello no le respondió.

-Debe de ser la oveja negra –se dijo entonces-, pues de haberme contestado no habría sido una oveja, realmente…

Así, algo más seguro a través de su lógica, y algo más resuelto, a partir del cuchillo, el pastor dio inicio a la orden recibida, abriendo el cuello del animal sin mayor preámbulo.

Por último, alejándose unos pasos para evitar la sangre, el pastor se tendió en ese mismo lugar, para dormir un poco, antes que llegase el alba.


II.

No logró dormir.

No entendía por qué, pero no podía dormir.

Pensó que tal vez fue el haberse despertado en medio de la noche lo que lo llevó a desvelarse, pero lo cierto es que poco después comprendió la verdad.

Y claro… la verdad llegó de manera tan simple que lo sorprendió.

-¿Qué pasa si no maté a la oveja negra…? –pensó entonces el pastor-. ¿Qué pasa si lo que maté fue una oveja blanca… o peor aún, un niño pequeñito…?


III.

El alba no llegaba nunca.

De vez en cuando el pastor cerraba los ojos y volvía a abrirlos, pero no quería dar muestras de estar despierto.

Quizá por eso,  comenzó poco a poco a desesperarse y a plantear nuevas hipótesis respecto a la oveja negra.

-No sabemos quién es la oveja negra –decía-. O sea… sí sabemos, pero no en la noche… y hay que darle muerte en la noche… Por eso, la única manera de matar a la oveja negra es darle muerte a todo… inocente o no… negro o no… y cumplir con la tarea…

Y claro… el pastor siguió con sus ideas hasta que fue agotándose y perdiendo fuerzas.

Fue así que, tras lidiar con sus pensamientos por un buen rato, el pastor se quedó dormido.

Y sí: entonces tuvo un sueño.

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