-Nunca construí un templo –me dijo Bob, con orgullo-.
Hice casas, ampliaciones, campos de mini golf, una cancha de tenis… todo menos
templos. Y no fue porque no me lo pidieran, no creas... De hecho Wendy me lo
propuso varias veces. “Un templo es la gran obra”, me decía… pero ella no
entendía…
-¿Qué cosa? –pregunté.
-Lo que era realmente ser constructor… o sea, el
secreto que existe en el origen de cada construcción.
Aquí Bob se detuvo para abrir otra cerveza.
-Puede sonar extraño –continuó-, pero desde que comencé
a construir me di cuenta que todo lo que hacemos es siempre un refugio… Da lo
mismo que sea: una casa, un estadio, cabañitas de motel… todo en el fondo es
para protegernos de estar solos y al aire libre, en la verdadera naturaleza.
-¿Construcciones para protegernos de la naturaleza?
-¡Exacto! –dijo él, levantando la voz-. Pero no de
esa naturaleza que uno imagina con arbolitos, agua y animales inofensivos… yo hablo
de la naturaleza esa en que Dios te amenaza… “¡Te voy a hacer mierda un día!”,
dice Dios… “y no te voy a avisar cuándo…”
La gente en el bar comenzó a mirarnos.
-Esa es la verdadera naturaleza –siguió Bob, sin
inmutarse-. La de los animales que se comen unos a otros… la de la muerte de
los débiles… y es por sobre todo, la naturaleza humana… ¡Una mierda de
naturaleza…!
-Pero tú siempre te mostrabas construyendo alegre,
tú…
-Yo era hueón –soltó-. Y estaba lleno de máquinas
hueonas y hasta de la Wendy que no entendía nada… De hecho, un día en que
intenté diferenciarme del espantapájaros me di cuenta…
Bob deja la frase a medio terminar y abre ahora
otra cerveza.
-¿De qué te diste cuenta? –le pregunté
-Espera… –Bob bebe un largo sorbo, luego continúa-.
Me di cuenta que no había diferencia alguna.
-¿Entre quién? –insistí.
-Entre el espantapájaros y yo… -soltó, como si
fuera algo obvio-, o entre el espantapájaros y cualquiera de nosotros, para ser
exacto… ¡Ninguna diferencia! ¡¿Acaso crees que se puede seguir construyendo
luego de eso…?!
-Eh… no. No creo –le dije.
-¡Claro que no! –gritó-. Si no había diferencias
todo estaba de más… cualquier construcción… todo era frágil y seguir
construyendo no tenía sentido…
-Pero aún llevas el casco –observé-. Y hasta veo
que tienes algunas herramientas junto a la mesa y…
-Eso es porque tengo otra labor… -me dijo-. Ahora
destruyo… ¿no entiendes? ¡No más refugios…! ¡Que la gente se enfrente de una
vez por todas a la naturaleza…! ¡A su propia naturaleza…!
Entonces, Bob se paró de golpe y arrojó la mesa al
suelo, produciendo un gran alboroto.
Asustada, la gente comenzó a alejarse, mientras que
un garzón se acercó lo suficiente como para intentar calmar a Bob… pero el ex
constructor lo derribó de un martillazo en la cabeza…
-¡Soy Bob el destructor…! –gritaba Bob, mientras
seguía rompiendo todo a su paso-. ¡Nada debe quedar en pie…! ¡Dios debe ver lo
que ocurre y destruir todo…!
Así, mientras Bob gritaba y rompía aquello con que
se topaba, logré salir del bar, a escondidas.
Minutos después vimos entrar unos policías y
escuchamos al menos seis disparos.
Por último, cesaron los ruidos, y sacaron a Bob.
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