Conocí a un sujeto que había sido discípulo de
Peter Lynds, un joven físico neozelandés que tiene argumentos bastante
interesantes para negar la existencia real de las magnitudes instantáneas, el
tiempo y las posiciones espaciales.
Con todo, el que había sido discípulo de Peter
Lynds terminó teniendo ideas aún más novedosas –y hasta poéticas, según me
pareció- respecto al tiempo, y la manera en que este puede ser generado a
partir de las experiencias y sensaciones de los sujetos del mundo.
-Todo surge a partir de la idea de un universo
prácticamente estacionario –explicó-, de hecho, es en esa mínima distancia que
lo hace no ser del todo estacionario, donde se encuentra el secreto de la
generación del tiempo.
Así, el ex discípulo de Lynds –quien vino a dar una
conferencia sobre un tema totalmente distinto en una universidad privada-, comenzó
a hablar sobre una teoría que proponía la inexistencia del tiempo fuera de la consciencia humana (traduzco
literalmente), aunque postulaba, al mismo tiempo, que el tiempo podía existir
más allá de la percepción subjetiva de cada consciencia.
En este sentido –y he aquí lo que me llamó más la
atención de la teoría-, se proponía que ciertas experiencias internas de un
individuo, podían generar brevísimos instantes de tiempo real, que afectaban el exterior del individuo específico, y que
permitían que el universo entero, no fuese del todo estacionario.
-Apenas lo percibimos –dijo el ex discípulo de
Lynds-, pero su existencia es comprobable a partir de los pequeños cambios que
se producen en el universo. Por esto, me atrevo a pensar que existen semillas de tiempo, que pueden generar tiempo real, cuando las condiciones
internas de un individuo son acordes para ello…
Así, según entendí, cada uno de nosotros es capaz
de dar a luz breves instantes de
tiempo, siempre y cuando desarrollemos las experiencias internas adecuadas, y
sepamos distinguir las semillas de tiempo
correctas para cada uno de nosotros.
Ahora bien, lo que no logré entender –y culpo aquí
a mi inglés precario-, es a qué se refería con el término “semillas de tiempo”,
aunque creo que hacía referencia al detenerse sobre temas específicos y trabajarlos –no es esa la palabra, pero
tampoco me convence otra-, interiormente.
Por otro lado, la existencia real de ese tiempo,
más allá de quedar plasmada en la evidencia de la realidad prácticamente no estacionaria de nuestro universo, dejaría también
una huella en los individuos, quienes
serían capaces de percibir este avance mínimo, prácticamente a partir de una
sensación.
-Casi como una caída… -diría el conferenciante.
Lamentablemente, luego de una pregunta que lo llevó
nuevamente al tema real de su conferencia, el autor de la teoría no volvió a
acercarse a la teoría de la generación del tiempo, salvo para explicar que se
definía como un ex discípulo de Peter Lynds.
-No soy nadie salvo un ex discípulo de Peter Lynds –comentó-.
Por eso, soy casi como un instante de tiempo creado por él, que ha seguido
existiendo por sí mismo y tratando de comprender algunas cosas…
Luego volvió al tema central de la conferencia –que
no resulta relevante aquí- y tras débiles aplausos de por medio, se marchó.
Y claro, debe haber sido porque me sorprendí
creyéndole un poquito, que luego que se marchó sentí levemente que caía, y
hasta me preocupé de la dirección que toma el universo cuando deja de ser
estacionario, y se mueve levemente hacia algún sitio.
“Hay que descubrir hacia dónde”, anoté en mi
libreta. Y me marché.
ser un instante en el tiempo, de alguien, o de uno mismo.
ResponderEliminarMe quedo con la idea en mi cabeza.
gracias por tu visita.
besos desde el sur de sur.