I.
Nos guste o no nos guste lo cierto es que Pat
Garret hizo lo que tenía que hacer.
Pueden llamarlo traición, si quieren, pero matar a
Billy the Kid era simplemente parte de su trabajo.
No importa si fue amigo, o compañero de fechorías o
nada.
Pat hizo simplemente lo que un sheriff tenía que
hacer.
Todo lo demás es romanticismo barato.
Y ya basta de esos falsos ideales.
II.
A pocos les gusta aceptarlo, pero lo cierto es que
no es correcto reducir un hombre a sus actos.
Además, hay que tener en cuenta que la mayoría de
nosotros estaríamos, de esta forma, condenados.
Y es que si lo piensas, es como decir que un camello
sin jorobas es lo mismo que un caballo.
Cuestión que no es, por supuesto, cierta en lo
absoluto.
III.
Quizá nos sentimos mejores cuando cuestionamos a
Pat Garret.
Y hasta puede que pensemos que es un acto de
justicia escupir sobre su nombre.
Y claro, soñamos con Billy the Kid, mientras nos
abotonamos hasta el último botón antes de ir al trabajo.
Y es que es más fácil ser un hipócrita, que atreverse a empuñar un arma y apretar el gatillo.
O traicionarse uno mismo, mientras jugamos a
mantener limpias, nuestras palabras.
IV.
Todos somos Pat Garret.
Empuñamos nuestro corazón de la misma forma como el
viejo Pat empuñaba su pistola.
Es decir, acostumbramos dirigir la mira hacia un blanco
equivocado.
Y es que el problema finalmente, pienso yo, es que
no sabemos qué uso darle.
Por eso, es que todos somos Pat Garret.
Y el corazón, sin duda, es un músculo extraño.
A cierta edad podemos convertirnos en Pat Garret, a Billy lo mató ser joven, los espejos no perdonan. Siempre se puede escoger, prefiero ser el juglar Dylan.
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