lunes, 9 de enero de 2012

Otra de esas entradas que a nadie le importan.


-¡Creía que eras un gran escritor! –me dijo- ¡Creía que ibas a ser grande como todos decían y que ibas a descubrir los secretos de la vida…! ¡Pero qué mierda…! ¡No haces más que empequeñecerte y dejar que te pisoteen y te meen encima…!

-Pero empequeñecerse tiene su gracia…

-¡Una mierda de gracia…! ¡Dostoievski tiene gracia! ¡¡Kazantzakis tiene gracia! ¡Puede que hasta Auster tenga gracia…! ¡Pero tú eres patético…! ¡Buscas excusas para justificar que no sabes escribir…!

-No necesito excusas.

-¡Necesitas todo, hueón…!

-Pero no necesito escribir...

-¡¿Cómo…?!

-Que ese es el problema, que necesito todo, salvo escribir…

-¡¿Me vas a decir ahora que escribir no te es necesario?!

-Pues no me es necesario, aunque te moleste escucharlo… Ese es mi último descubrimiento.

Ella me miró entonces sorprendida. Era una de las pocas que aún creía en mí y que había intentado hasta el final convencerme de “escribir en serio”.

Quizá por eso, yo esperaba que siguiese a todo esto una larga conversación, pero lo cierto es que no fue así, y simplemente hablamos de otras cosas y luego cocinamos espaguetis.

Eso fue hace algunos años, por cierto.

Extrañamente dejé de verla y de comer espaguetis, pero aún no dejo de escribir.

Con todo, aunque escriba a diario desde hace un par de años y haya finalizado –y perdido- un proyecto de “escritura seria”, lo cierto es que sigo afirmando que escribir no me es necesario.

Y es que existen algunas acciones que aunque parezca extraño, uno realiza porque siente que son parte de los deberes, o de compromisos, o simplemente porque terminan siendo lo único que tenemos, y claro, no queremos también perder aquello.

Hoy mismo, por ejemplo, milagrosamente invitado a un hotel a compartir habitación con una francesa que conocí casualmente y de pronto recuerdo que no había escrito la entrada del día de hoy, y comienza entonces la batalla interna.

Lo peor, sin embargo, es que sinceramente no sé qué mierda es aquello que en mí, combate a pie firme contra la testosterona –en este caso-, o contra una serie de otras sustancias en otras ocasiones…

¡Y para peor gana…!

Porque lo crean o no, si pongo en la balanza esta entrada y por otro lado a la francesa… estoy plenamente consciente del devastador resultado…

Pero no tengo opción.

Me conozco, y sé que si dejo de escribir en este blog un solo día, no volveré a retomarlo, y sé que con esto, también, perderé el significado que ha cobrado la escritura durante estos 22 meses ininterrumpidos…

Y no es que me sea tan importante, ni que lo disfrute, ni que tenga algo tan imperioso que contar cada día… pero quizá por lo mismo, siento que el único valor extra que puedo darle a este espacio, es la continuidad… y no quiero perderla.

Así, si bien sigo teniendo necesidad de un sinnúmero de otras cosas –“necesidad de todo” como me decían hace algunos años-, lo cierto es que no tengo necesidad de escribir, pues esto es lo único que no dejo de hacer, sin falta, cada día.

Y claro, sé que no tiene un significado por sí solo, y sé también que lo que aparece en este espacio no es la totalidad de aquello en que voy trabajando día a día… pero espero, sinceramente, que cuando esas otras cosas lleguen y me ayuden a tener la claridad necesaria, yo pueda decir orgulloso, que nunca dejé de “avanzar” ni de intentar moverme hacia los otros… y claro, entonces ese regalo –porque escribir es mi forma de hacer un regalo-, tendrá así un valor especial, pleno de significado…

Franqueza por francesa, en resumen… y otra de esas entradas que a nadie le importan.

3 comentarios:

  1. Este comentario ha sido eliminado por un administrador del blog.

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  2. No sé si la francesa valdría la pena, pero, agradezco que sigas teniendo presente este hábito de la continuidad bloguera!
    =)

    Un abrazo.

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