A los 6 años, en la escuela, me pidieron que ayudara a decorar inflando unos globos. Y yo inflé.
Sin embargo, ocurrió que uno a uno mis globos reventaban mientras los inflaba. De esta forma, diagnosticaron los otros, resultó que no sabía yo cuando detenerme.
No fue en principio nada grave, se dijeron, pero de todas formas le informaron a mi madre quien decidió comprobar la afirmación casa.
Reventó así el primer globo.
Luego reventó el segundo.
Y por último explotó el tercero.
-¡¿No escuchas cuando digo que te detengas?! –alegaba mi madre.
Y yo admitía que escuchaba, pero sinceramente no podía detenerme.
Con todo, no hubo doctor ni nuevas pruebas. De hecho, mi madre ocultó el asunto como si se tratase de una malformación, o algo parecido.
-Solo recuerda que no debes intentar hacerlo –me dijo.
Y yo incluso olvidé el asunto.
Por otro lado, inflar globos no debe estar considerada como una de las acciones trascendentales, por lo que la existencia de un reventador de globos puede seguir, digamos, por los caminos trazados de antemano.
Pero entonces apareció el señor Ouspenski.
Decía ser descendiente de un filósofo famoso y haber sido amante de Giorgio de Chirico.
-Tú tienes un don –me dijo, y yo me creí importante.
Luego me llevo al pozo.
El señor Ouspenski me explicó entonces la forma de sobrevivir en el pozo, que era, a grandes rasgos, la misma forma de sobrevivir fuera.
-¿Crees que lo lograrás? -me dijo.
Y yo le respondí que sí. Porque había creído que tenía un don y que los dones sirven para sobrevivir.
Entonces me metí al pozo. Y desapareció el mundo.
No hubo tiempo ni obligaciones ni costumbres adquiridas... Pero tampoco hubo nuevos aprendizajes.
Y es que en la oscuridad se desaprende, se olvida, y se desenhebra el mundo… pero no se aprende nada.
A veces, es cierto, sentía la voz de Ouspenski venir desde lo alto, pero luego dejé de comprender qué decía… y luego no escuché nada.
Por último, un día, sentí caer desde lo alto un cuerpo que vino a dar también dentro del pozo.
Era el cuerpo del que había sido Ouspenski, concluí.
Más allá de eso, sin embargo, no cambió nada en lo absoluto.
De hecho, olvidé incluso que había existido alguna vez, fuera del pozo.
Debe haber sido entonces cuando un objeto extraño cayó desde lo alto y me golpeó en la frente.
Era un cuerpo extraño y maleable, que pronto descubrí tenía una abertura.
Y claro, yo soplé por esa abertura.
Así, a medida que soplaba, fui recordando que aquello era un globo, y recordé también que estaba en un pozo y hasta fui aprendiendo nuevamente, cada una de las leyes del mundo.
Lamentablemente, cuando estaba a punto de recordar el significado cardinal de la existencia, el globo reventó pues su tamaño estaba haciendo presión contra las paredes del pozo.
Así, además del globo, explotó también el pozo, y el impulso me hizo caer de nuevo en la superficie, como si nada hubiese pasado.
Camino en medio de los otros y sigo aprendiendo cosas que no puedo organizar, bajo un mismo significado.
Sé qué es lo que tengo, por supuesto, pero sé también que algo me falta.
Mi don, en resumen, es el don más estúpido del mundo.
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ResponderEliminarNo creo, tal vez uno cree haber descubierto un mundo nuevo , pero simplemente partimos en dos el mundo que ya teníamos.
ResponderEliminarSuele pasar que caemos en pozos.
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