domingo, 29 de enero de 2012

Pruebas y esperanzas.

“Donde hay una esperanza
siempre hay una prueba”
Haruki Murakami.


Sin duda hay más pruebas que esperanzas. Me baso en mi experiencia, claro, pero supongo que entre una vida y otra las diferencias terminan siendo mínimas.

Es por eso que a veces rechazamos la esperanza –porque nos cansamos de las pruebas-, y porque no todas las pruebas están ahí para validar una esperanza.

Puede sonar confuso, pero el asunto es simple:

Un hombre tiene una esperanza, le sobreviene una prueba. No hay más.

Existe un vínculo, por tanto, entre ambas, aunque no necesariamente una es resultado de la otra. Ni condición necesaria.

¿Tiene usted la esperanza de un mundo mejor, por ejemplo? Pues bien, ha de superar entonces una serie de pruebas.

Con todo, de superar correctamente las pruebas nadie asegura el “cumplimiento de la esperanza”; aunque supongo que la existencia de la prueba, viene a validar en parte la certeza de nuestra esperanza.

Y es que ante una esperanza poco cierta, no debiese sobrevenir –necesariamente al menos-, prueba alguna.

Con todo, hoy me encuentro dándole vueltas al asunto porque creo que la prueba existe ahí por algo –algo que va más allá de la “validación” de nuestra esperanza, por cierto- y ese es el punto en torno al cual me encuentro divagando, en este instante.

Por otro lado, he de confesar que de un tiempo a esta parte no soy consciente de tener algún tipo de esperanza, por lo que las distintas pruebas a las que siento me enfrento, vienen a funcionar justamente como “esperanza de una esperanza”, -ya que dichas pruebas son la única forma que tengo de suponer que una esperanza se encuentra tras de ellas-.

En resumen: identifico pruebas, pero no esperanza.

Aún así –y digo esto de una vez para no agotar más al posible lector-, enfrento esas pruebas como si tras ellas estuviese mi más preciada esperanza…

¿Y saben? A veces siento que hago bien.

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