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I.
-Recuerdo que en ese tiempo hicimos un juego -me dice-. Estábamos todos borrachos y festejábamos algo. Me parece que era un cumpleaños, aunque no recuerdo muy bien. Todos habíamos estudiado arte, o cosas igual de inútiles y el juego surgió a partir de la reproducción de un cuadro de Magritte que estaba colgado en aquella casa.
Aquí el hombre hace una pausa y guarda en una caja la corbata que eligió uno de los compradores. Luego hace la boleta, dice unas frases de rigor y sigue con su historia.
-¿Ubicas el cuadro de Magritte en que una pareja que tiene los rostros cubiertos se está besando?
-Pues bien, el juego era algo similar. Cortamos unas sábanas y las dejamos caer sobre nuestras cabezas. Luego, para sujetarlas, nos amarramos al cuello unos cordeles. Estábamos todos borrachos. No sé qué habrán hecho los demás, pero yo me enlacé con una mujer que nunca supe quién era y terminamos teniendo sexo en el piso. De eso me acuerdo y de que había gente cerca. No sé si los otros se habrán quitado sus telas, pero el caso es que yo sentía roces de pies y voces y luego no sentí nada.
Espero un momento para continúe la historia, pero al final me veo obligado a intervenir:
-¿Y qué pasó?
-No lo sé. Al parecer me ahogué y sufrí un síncope. Aunque luego supe que también encontraron rastros de golpes en mi cabeza, lo que aparentemente produjo un derrame cerebral.
-¿Y despertó en el hospital?
-Sí. En el hospital -me dice-, sólo que unas semanas después y nunca recobré la movilidad del brazo izquierdo.
-Bueno, al menos no fue el derecho -le digo, haciéndome el chistoso.
-Yo era zurdo -me dice él, serio-, y comienza a cerrar el local.
II.
-Magritte niega la relación -me dice, mientras nos sirven unas cervezas-, pero él estuvo presente en varios intentos de suicidio de su madre. De hecho, a veces debía turnarse para vigilar que ella no forzara la puerta del dormitorio, donde la dejaban encerrada.
Luego de tomarse la cerveza de un par de sorbos, él continúa.
-Sin embargo, Magritte no estuvo presente en el último de los intentos. En esa oportunidad su madre se lanzó a un río con un camisón que se le pegó al cuerpo. Era algo que ya había intentado anteriormente sólo que esta vez no la rescataron y la mujer murió, sin más.
-¿Y qué relación niega Magritte?
-¿Qué?
-Que usted me decía que Magritte negaba la relación...
-Ah, perdón... suele pasarme lo mismo. Es como con los nudos de las corbatas. A veces siento que estoy trabajando con cuerdas cerradas, construyendo no-nudos, y bueno... las cosas fallan...
Entonces veo que el hombre busca algo en su bolso. Luego saca un cuaderno con las imágenes que pinta en las corbatas y me muestra una.
-Ésta es la reproducción del cuadro original de Magritte, míralo... ¿Qué ves?
-Mmm, un ropero, un camisón, donde se traslucen unos pechos...
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-¡No! -me interrumpe- esa es la madre de Magritte, auqnue él lo niegue. La madre ahogada. El objeto que pasó a significarla...
Entonces el hombre se toma lo que queda de mi cerveza y pide otra. Yo lo dejo porque extrañamente esta noche quiero estar sobrio. Y porque de una forma extraña me siento visto, desde algún lado, y la situación me confunde.
-Magritte comenzó a pintar en el cuarto donde su madre permanecía encerrada. Sobre un escritorio que daba junto a una ventana y justo frente a un armario idéntico al de eta pintura...
-Pero el niega relación...
-Sí, la niega. De la misma forma como niega la naturaleza de su pipa en el cuadro más famoso... Es como si debajo de aquella prenda Magritte hubiese estampado la frase: "Esta no es mi madre"... ¿y sabes?
-No.
-Esa frase fue encontrada en la tumba de su madre...
-¿Cuál frase?
-Esa, muy similar a la que Magritte pondría en su pipa... "Esta no es Regina", decía aquella frase, y fue escrita a los pocos días de que la mujer fuera enterrada, por mano de Magritte, sobre la tumba.
Entonces nos traen otro par de cervezas. Y como no tengo ganas de emborracharme, escribo en una servilleta junto a la botella: "esto no es una cerveza", y me la tomo al seco, y pienso por un momento, que es una buena estrategia.
III.
-Me metí a lo de las corbatas por puro azar -me dice el hombre-. Recibí la herencia de un tío que consistía en dos baúles con unas 600 corbatas exactamente iguales. Todas tenían el mismo tono ocre y un pequeño emblema que debía quedar sobre el nudo, si éste se hacía correctamente.
-¿Y entonces comenzó a pintarlas?
-Sí, pero no con afán de venderlas. Lo hacía a modo de ensayo, para ejercitarme y aprender a pintar con el brazo derecho. Las primeras salieron horribles, o al menos así lo sentía yo, mientras me obsesionaba con aquello y comenzaba a copiar a Magritte día y noche...
-¿Siempre reprodujo cuadros de Magritte? -le pregunto.
-Siempre -contesta-. Nunca he pintado luego de mi accidente nada que no sea una reproducción de una obra de Magritte. Incluso esas de su periodo fauvé, que no me agradan mucho... Pero el caso es que de todas formas un día me vi obligado a venderlas. Necesitaba dinero urgente y pensaba venderlas todas juntas, pero entonces conocí a un tipo que le gustaron y me pagó bastante por algunas y comencé a dedicarme a esto.
-¿Y vendió esas 600?
-No. No quise venderlas. De hecho he tratado de recuperar las que vendí. No sé por qué. Son feas y están llenas de imperfecciones, pero las quiero de vuelta. Hoy tengo unas 520, y se me ha hecho imposible rastrear las otras...
-¿Y las de ahora?
-Las de ahora no importan. O sea, son mejores, no lo niego, pero no son las originales. Bueno, la verdad es que las otras tampoco son originales, pero nada en este mundo lo es... ¿tú crees ser original?
-¿Cómo?
-¿Que si tú crees ser único, original, el ti mismo original...?
-Mmm, no lo he pensado...
-Eso demuestra que no lo eres. Eres un signo, como todos. Los sognificados puros se desvanecen, se pierden... dejan de funcionar, o se mueren ahogados.
Entonces el hombre se saca la chaqueta y comienza a tocarse el hombro izquierdo, desde donde cuelga inmóvil, aquel brazo.
-Mira -me dice-. Al principio me operaron dos veces este brazo porque no quería que me lo arrancaran, pero no había caso, la sangre dejó de irrigar debido a la falta de movimiento y hubo que extirparlo.
Entonces el hombre se saca el brazo, -que descubro entonces es de madera u otro material rígido-, y lo deja sobre la mesa.
-Este no es un brazo, habría escrito Magritte -me dice el hombre, mientras se ríe-. Pero el problema es que he aprendido a entender que el otro tampoco lo es... ¿me entiendes?
-Quizá un poco -le digo-. Un poco solamente...
-Es que no sabes de nudos -me dice, mientras saca una corbata de su bolso y me la entrega.
Luego tomamos otro par de cervezas en silencio, y comenzó nuevamente a hablar.
IV.
-Hace unos años un par de físicos escribieron un libro donde detallaban las 85 distintas formas que existen para anudar una corbata. Lo hicieron a través de fórmulas matemáticas, en base a una soga de dos puntas y con un modelo tridimensional... Cómo sea, yo ya había llegado a esas conclusiones. Nunca les di la importancia adecuada aunque podría mostrarte apuntes anteriores a los descubrimientos de estos físicos... pero supongo que no tiene importancia...
-Sí, supongo que no...
-El problema aquí, sin embargo, es menos superficial de lo que parece, y es que no se trata sólo de anudarse la corbata.
-¿No? le pregunto por joderlo.
-No, po hueón. De hecho ese es el fondo de todo esto... o sea no el fondo, pero digamos la esencia de todo esto...
-¿La esencia es un nudo?
-Exacto. La esencia es un nudo. Da lo mismo la forma o el tamaño... el centro es que es un nudo... Deja ver cómo te lo explico... ¿ubicas a Kelvin?
-...
-Pues bien, Kelvin, en 1867, a partir de la necesidad de un modelo atómico, llegó a la conclusión que desde el modelo de átomos de vórtice anudados y ligados, podía llegarse a comprender y explicar las alotropías y afinidades de toda la materia conocida... ¿entiendes a lo que quiero llegar?
-...
-Bueno, no importa... el caso es que Kelivin intentó construir modelos con distinto número de cruzamientos, pero se equivocó en un error de base...
-¿En qué?
-En las dimensiones que proyectaba dichos nudos...
-¿Y la solución sería entonces la teoría de las cuerdas? lo interrumpo.
-¡Solución y una mierda! Mira, respóndeme lo siguiente. ¿Pueden separares dos anillos que se encuentran ligados sin romper alguno?
Yo me lo pensé un rato. Al final me di por vencido.
-No. No se puede -admití.
-Se puede, -me dijo entonces-, sólo que no en tres dimensiones, sino en cuatro. Puede sonar estúpido, pero es verdad. Es lo mismo que un hombre que es perseguido por un león y no siente que pueda huir corriendo o saltando, y que de pronto rompiera su bidimensionalidad y comenzara a volar, accediendo a una tercera dimensión. Pues bien, yo he descubierto esa nueva dimensión con los nudos, y hasta puedo explicarla matemáticamente, y los nudos son imposibles con esas dimensiones... permitiría incluso descifrar el adn...
Entonces, amparados por unas cuántas cervezas más, el tipo aquel intentó explicarme su teoría, mientras yo intentaba hacer una figura humana con una especie de cuerda.
Lo peor fue que por más que intenté no escucharlo, lo escuché. Y la teoría estaba correctamente formulada, y me recordó por momentos a una presentación de un matemático que intentaba explicar las probabilidades genéticas -explicar la evolución en realidad- a partir de un sistema operativo computacional y que escuché a finales del año pasado en una salita de una universidad en Valparaíso.
Y es que para los problemas que no se pueden calcular, y que buscan una respuesta matemática -había dicho en esa oportunidad ese matemático-, sólo pueden existir respuestas aleatorias, que a su vez no podemos comprender, si no estamos dispuestos a aceptar que, por ejemplo, la naturaleza de Dios sea la de un nudo, que sólo es posible desentrañar, si accedemos a dimensiones que actualmente ni siquiera nos atrevemos a imaginar.
V.
El final de la historia puede tener varias partes y quizá pueda incluso plantearse como un nudo.
Podría contarles por ejemplo sobre el ejemplo del nudo 86, que hizo aquel tipo, o la extraña forma con que logramos irnos sin pagar del bar en el que nos encontrábamos. Pero por esta vez no quiero seguir enredando las cosas.
Mejor les cuento, como final, otra anécdota sobre Magritte. Una que dice que en su casa, poco antes que su madre muriera, cayó bruscamente un globo aerostático, quedando enredada una de sus cuerdas en el árbol de la casa de la familia del pintor.
Fue entonces cuando Magritte vio bajar a hombres con lentes, cascos de orejeras y vestidos de una forma que le pareció tan extraña, que, según sus propias palabras, fue el inicio de lo que él llamaba "el sentimiento de misterio", que buscó plasmar en sus cuadros y que lo acompañaría, nuevamente citando sus palabras "hasta la muerte".
Y es entonces cuando pienso que el inicio del misterio, ese que iba a crecer con la desaparición -muerte- de su madre, es en verdad el inicio de un desamparo. La separación entre signo y significado... y toda su obra, desde ahí, simplemente una manera de llenar ese mismo desamparo.
Pero como dije antes, no quiero enredar las cosas.
Prefiero en cambio reducir mis dimensiones, y mirar esto que aquí termino de escribir, y pensar entonces que lo que arriba aparece escrito no fue en verdad lo que ocurrió... que mis sensaciones fueron otras.
E intentar dormir, si se puede, con esa esperanza.
Es realmente genial... Aquí debería insertar el comentario-exagerado-que-da-verguenza, porque en realidad no sería exagerado... Amo a Magritte y tu forma de relatar esta historia estuvo exquisita.
ResponderEliminarHoy dormiré temprano y con una sonrisa.
Gracias. Soy tan genial que induzco al sueño... :)
ResponderEliminarJajajajajaja
ResponderEliminareyy debería tomarlo como un halago, un buen insomne sabe que el dormir temprano es sinónimo de estar tranquilo, relajado y feliz :P