martes, 6 de marzo de 2018

Las cosas


I.

No es el polvo, con el tiempo, el que se posa sobre las cosas.

Son las cosas más bien las que vienen a esconderse bajo el polvo.

Se esconden bajo él como niños bajo las sábanas.

Y el miedo las petrifica y las condena a la desaparición.


II.

Desaparecerán las cosas.

Ni siquiera con el tiempo, pues este se extravía, cuando vaga entre ellas.

Desaparecerán en cambio, bajo el polvo, y nadie llorará su ausencia.

Y será como si un hombre fuese hasta su tumba, y sin más se durmiese en ella.


III.

Se desvanecen las cosas como hombres que se rinden.

Se dejan caer desde el centro de sí mismas.

Y es que nada hay en ellas que pueda sostenerlas.

Y el corazón de las cosas deja entonces de latir porque nunca supo para qué.


IV.

Nadie cree en el corazón de las cosas.

Solo el polvo que se acerca a escuchar su latido.

Y duerme sobre él como si cargase un hijo muerto.

Y el mundo se contrae, principalmente por vergüenza.


V.

Es así entonces como las cosas se esconden bajo el polvo.

Y nos ignoran totalmente, llegando a desaparecer.

Se desvanecen pensando que descansan, cuando mueren.

Y el corazón del mundo se contrae, quién sabe para qué.

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