miércoles, 21 de marzo de 2018

Jugar al póker contra George Perec.


I.

Jugué al póker contra George Perec.

Él relata que jugaba solo, pero en realidad yo jugaba contra él, cuando él creía jugar solo.

Una vez se sumó a la partida Ítalo Calvino, pero todo fue un poco más incómodo.

De hecho, el propio Calvino pidió disculpas al retirarse y nunca más regresó.

Y es que por lo general se trataba de un duelo exclusivo.

Yo contra George Perec, digamos.

Aunque debo admitir –muy a mi pesar-, que él nunca lo supo.


II.

Tenía suerte el hueón.

Cuando apostábamos libros parecía ganar solo cuando le era conveniente.

Yo perdía una primera edición de Maupassant.

Luego él perdía un fascículo de gramática rusa.

Una vez por ejemplo, estaba seguro que yo ganaría así que aposté a Kierkegaard.

Yo tenía un póker en mano y él estaba jugando una colección bastante antigua de filósofos franceses.

Fue entonces que, justo al momento de atraer el premio Perec revela una escala real.

Y se llevó a Kierkegaard y hasta el plagió una página entera en una de sus últimas obras, sin que nadie se dé cuenta.


III.

No me cae mal, Perec, salvo cuando tiene suerte.

Y es que podríamos hablar de otras cosas, si no fuese yo el único que pierde, con aquel juego.

Entonces para compensar y para reírse se deja un par de manos, dice que hará un personaje basándose en mis características.

¿Y cómo será el personaje?, le pregunté tras su noticia.

Como tú po, hueón, me dijo Perec que ya había adoptado unos modismos.

Igualito que tú si tiene tus características.


IV.

Jugué al póker contra George Perec.

Perdí treinta y ocho primeras ediciones y dos libros autografiados.

Él en tanto perdió quince fascículos de gramática rusa, y como veinte novelas resumidas, para escolares.

No sé por qué se veía triste si ganaba casi siempre.

Tal vez era porque creía estar solo y ganarse uno mismo no parece tener mucho mérito.

O tal vez simplemente no sabía qué hacer con los triunfos.

Uno nunca lo sabe.

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