lunes, 12 de marzo de 2018

El paseador de perros.


El paseador de perros pasa todos los días por fuera de mi casa, aproximadamente a las siete de la tarde. Tengo entendido que trabaja también en otros sectores, durante la jornada de la mañana. Al pasar frente a mi casa suele llevar entre seis y ocho perros, que no parecen dar mayores problemas. Posteriormente, se dirigen hasta una plaza que se encuentra a un par de calles y ahí los perros se relajan y el paseador de perros fuma uno o dos cigarrillos antes de regresar e ir dejando los perros uno a uno, con sus respectivos dueños. Con el tiempo, me he dado cuenta que el paseador no se sabe el nombre de los perros, aunque eso no influye en que los trate de buena forma y cumpla bien con su trabajo. Lo que me desespera un poco es que repite su rutina de manera demasiado minuciosa. Hace siempre las mismas pausas, se apoya en el mismo árbol, fuma sus cigarrillos en el mismo sitio, y hasta recoge la caca de los perros siempre en el mismo orden. De esa forma yo -que también desconozco el nombre del paseador de perros, por cierto-, me desespero imaginando que existe también alguien invisible que pasea al paseador de perros y hasta alguien que de cierta forma me saca a pasear a mí, que observo al paseador original. Ideas bastante básicas por lo demás, pero que no dejan por eso de ser ciertas. Tan ciertas que hasta pueden ser planteadas como tres observaciones ligadas y objetivas: El paseador pasea a los perros. Yo observo al paseador. Usted lee este texto. Apuesto a que no más de uno, sin embargo, sabe el porqué y el para qué, de todo esto.

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