viernes, 23 de junio de 2017

Un cuadro ladeado que alguien endereza.


Nos miraba a todos. Y claro, también se fijaba en lo que estaba fuera de nosotros. Siempre serio. Como si buscase algo. Un error, tal vez. Un desequilibrio. En el caso de nosotros era extraño, ya que sabíamos de antemano que estábamos llenos de errores. Me refiero a que no tenía para qué mirarnos tanto, si las fallas saltaban a la luz. Y claro, entonces él, silencioso, venía hasta un  costado y si tenías suerte lo sentías. Muy de cerca, me refiero. Así, ocurría de ponto que estiraba un brazo y su mano ya estaba sobre ti, o abre algo, y sentías entonces como una situación nueva… como si hasta ese momento hubieses sido un cuadro, un tanto ladeado, que alguien endereza. Sí, esa es exactamente la sensación: como si hubiésemos sido un cuadro ladeado que alguien, tras mirar detenidamente, endereza. Por lo mismo, tal vez, es que su presencia se volvió para nosotros en algo indispensable. No en el sentido vital, digamos, ya que podíamos sobrevivir sin ella. Pero era, de todas formas, algo indispensable… Indispensable en el sentido que nos abría nuevas posibilidades… Posibilidades de existencia, digamos, sin temor a exagerar. Una nueva ubicación, entonces. Ligeramente distinta... Sutil, tal vez. Pero perfecta.

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