domingo, 18 de junio de 2017

Tres riesgos de hacer la cama.


I.
Un amigo de universidad. Uno de los mejores escritores que me ha tocado conocer. Y también uno de los más obsesivos. Una de las pocas veces que hizo su cama se le ocurrió dejar sobre ella los capítulos de una novela que estaba construyendo. Todos por separado, eso sí, por lo que no le quedó espacio y tuvo que dormir sobre su alfombra. La situación, según recuerdo, duró varias semanas.

II.
Otro  amigo, pero este no de universidad. Un amigo de tragos, más bien. Según contaba, una vez había ordenado toda su pieza para invitar una chica que le interesaba bastante. Incluso se había comprado un cubrecama nuevo que había puesto ese día, al arreglar el lugar. De hecho, le quedó tan bien todo, que cuando la chica insinuó quedarse con él esa noche él le inventó una historia y hasta le pagó el taxi, para que dejase todo como estaba.

III.

Uno mismo. Para qué más lejos. Una nueva técnica para esta labor y de pronto la cama queda hecha cada vez de mejor forma. Podía hacerlo sin siquiera levantar los libros que estaban sobre ella. Hacer la cama incluso sin levantarse del todo. Lo intenté hasta que lo logré, sin problemas. Hacer la cama con uno mismo adentro, me refiero. Dos semanas encerrado, eso sí, esa vez. Aciertos y desgracias. No vale la pena el riesgo.

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