I.
-William Blake era tan hueón como cualquiera, -me dijo-. Tan hueón como cualquiera o incluso un poco más.
Lo miré a los ojos para ver si bromeaba, pero descubrí en cambio que hablaba en serio.
-¿De qué William Blake hablas? -pregunté entonces, pensando que tal vez estaría confundido.
-De cualquier William Blake -me contestó-. Todo William Blake es simplemente un hueón llamado William Blake.
-Ya -dije yo, para no discutir.
Él se rio.
-Creo que lo tomas demasiado en serio -me dijo-. William Blake es simplemente un hueón más. Deberías repetírtelo hasta que te convenzas. Un día vas a entenderlo y me darás las gracias.
II.
Uno más, William Blake.
Intenté repetírmelo varias veces, aunque omitiendo la palabra “hueón”, para no ofender.
William Blake es otro de tantos.
Otro de nosotros… me decía.
No sé cuantas veces me lo repetí, pero luego perdí el sentido de hacerlo.
El sentido de repetirme cualquier cosa, en realidad.
III.
Creo que los que derrochan sus propios bienes estaban en el infierno, junto a los suicidas.
Así lo recuerdo al menos, mientras miro algunos de los dibujos de William Blake.
Unos tipos parecen huir de unos perros, en el dibujo, mientras unas arpías están sentadas sobre unas ramas.
Un hueón como cualquier otro, me digo, mientras observo aquel dibujo.
Todo ocurre siempre de esa forma.
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