Puedes mentir, sin sentirte culpable, hasta aproximadamente los treinta años.
Luego, ya ni siquiera vale la pena mentir.
Puedes saber que esto es cierto porque te lo dice alguien, justamente, que ha pasado por mucho aquella cifra.
Y que, por lo tanto, ya no miento en lo absoluto.
Y es que ahora (a mi edad) puedes sentirte culpable de una gran variedad de otras cosas.
Ámbitos y aspectos que has ido desbloqueando a lo largo de los años.
De hecho, había escrito una lista de estos ámbitos y aspectos, pero la acabo de borrar.
No lo hice por vergüenza, sin embargo, sino porque comenzó a formarse una rima desagradable entre las distintas anotaciones del listado.
Intenté cambiarla, por cierto, pero no pude.
O sea, pude, pero igualmente no quedé satisfecho.
¿No les molestan a ustedes las rimas?
Lo pregunto no porque sea lógico que molesten, sino más bien porque me dan una sensación de no verdad.
No es que las rimas mientan, de por sí, pero al menos dan la sensación de encubrir algo poco cierto.
Como un maquillaje o una fachada que, al menos en mi caso, me invita a desconfiar.
Esto me ocurre desde siempre, por cierto, no solo después de los treinta años.
Y mejor no hablemos de culpas, por esta vez.
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