I.
Como no tenía fotos de pequeño, me mintieron mostrándome las de un primo que supuestamente se parecía a mí.
Fotos de bebé y fotos de niño, mayormente.
No me enteré de esto, por cierto, hasta que me convertí en adulto.
Entonces me molesté.
-Solo son fotos -me dijeron, restándole importancia- no se trata de la realidad.
Pedí que me explicaran esa frase.
-No cambian lo que ocurrió -dijeron, sin darle muchas vueltas-. No inciden en que tú hayas sido tú mismo, desde antes.
Pensé en lo que dijeron y si bien lo encontré absurdo, sentí que, de alguna manera, tenían razón.
De todas formas, concluí, yo no tenía evidencia alguna.
II.
Igualmente, sabiendo que no eran mías, guardé aquellas fotos.
Incluso dejé en su marco una que estaba sobre un mueble, en la que aparecía en el zoológico.
Bueno, se trataba de mi primo en el zoológico, en realidad.
Supongo que lo hice porque estaba acostumbrado, pero también porque descubrí que, de quitarla, no tenía nada con qué reemplazarlas.
-Igual solo son fotos -me dije en voz alta, intentando convencerme.
-Lo que pasó, simplemente, es que cuando las sacaron yo estaba en otro sitio -agregué.
Repetí esto último varias veces, casi como un mantra.
-Este no soy yo -dije.
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