domingo, 20 de octubre de 2024

No da para tanto.


Me ocurre desde hace un tiempo, solamente.

Me refiero a que antes no era así.

De hecho, nunca en mi vida me había ocurrido algo siquiera similar.

Lo que me ocurre, por cierto, es que al comer pollo, le siento sabor a pescado.

No a pescado malo, aclaro, sino que siento como si la carne de pollo fuese carne de pescado.

El sabor de la carne, no la textura.

Eso es lo que percibo, al menos.

Sé que suena estúpido, pero me ocurre así.

Es como una especie de daltonismo, supongo, pero de sabores.

Cuando se lo conté a mis amigos ellos rieron.

Y hasta me pidieron especificar qué tipo de pescado era el que percibía.

Entonces confesé que no estaba seguro, pero para dejarlos tranquilos dije reineta.

A los pocos días uno de ellos llegó con una porción de reineta cocinada al vapor.

Me dijo que la probara.

Y claro, yo comí un poco y de inmediato le sentí sabor a pollo.

Volvieron a reír, pero poco después me acusaron de burlarme de ellos.

De hecho, hubo uno que se molestó tanto que hasta me lanzó un golpe.

Según me cuentan yo tropecé, al esquivar el golpe, y me golpeé la cabeza contra el suelo.

Luego quedé así, inconsciente, por varios días.

Más adelante, desperté en el hospital.

Un familiar que vino me dijo que quedé distinto, y que hasta hablaba de una forma extraña.

Yo no supe qué decirle.

Ya en casa, comencé a dedicarle horas a pensar qué era lo grave de confundir el sabor del pollo con el del pescado.

Y llegué a la conclusión, finalmente, que no tenía ninguna gravedad.

Se cambió un recuerdo por otro, simplemente.

Eso fue lo que ocurrió.

No da para tanto.

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