domingo, 25 de agosto de 2019

Salir de Egipto para llegar a Egipto.


Salir de Egipto para llegar a Egipto. Sin Dios y por lo tanto sin plagas. Sin ayuda, digamos, salir de Egipto. Con las manos llenas de sangre, abandonarlo. Porque tú mismo mataste las ranas. Porque las langostas también te atacaron. Porque manchaste el río con tu propia sangre. Y porque la oscuridad era también tu propia oscuridad. Salir de Egipto para llegar a Egipto, repito. Tú me miras extrañado. Crees no saber de lo que hablo. Me dices que tú no tienes pueblo. Que no has atravesado desierto alguno. Pero que siga con la historia. Con la idea. Con la metáfora. Y yo me ofendo, claro, pero sigo. Me avergüenzo de tu ignorancia. De tu voluntaria ignorancia. No ves las pirámides. Tú prefieres llamarlas metáforas. Entonces te cuento que huiste por el desierto. Que nadie vino, cuando llegó el dolor. Que no te enviaron comida desde el cielo y que nadie separó las aguas para que pasaras. Mil veces moriste en el desierto, te digo. Y no son metáforas. Pero finges no entender. No saber nada del asunto. Te he visto mil veces subir a la montaña y bajar con las uñas enterradas en tu propia piel. Si piedras. Sin palabras nuevas. Sin más peso que tú mismo. Sin embargo, seguías. Por el desierto seguías y hoy simplemente dices que no eres tú. O aceptas, mínimamente, diciendo que, si eras tú, ya has llegado. Y claro, de cierta forma es cierto. Saliste de Egipto, pero llegaste a Egipto. Yo mismo te lo he dicho, desde un principio. Pero no quieres entender. Y me avergüenzas. Te secarás de pie, en tu ignorancia. Te convertirás en arena. Y seguirás diciendo que son metáforas. Y llamarás al dolor de otra forma, buscando alejarlo. Salir de Egipto para llegar a Egipto. No me pidas otro final, para esta historia.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Seguidores

Archivo del blog

Datos personales