miércoles, 28 de agosto de 2019

Formas en que nace el caos (II).


*
Harold lo planeó todo. Nadie explicaba el cómo ni el porqué, pero coincidían al menos en dar su nombre cuando hablábamos de la idea original. El punto desde el cuál había nacido todo, digamos. Ese punto era Harold.

*
Harold, sin embargo, parecía inofensivo. Incapaz de procesar alguna idea compleja y menos aún de transmitirla y convencer efectivamente a otros. Cuando lo interrogamos nos pareció amable. Las preguntas largas había que explicárselas y si por alguna razón le decías dos preguntas juntas se complicaba y no sabía bien cómo responder. Lo único que nos hacía sospechar algo extraño es que fue el único de ellos que no subió a un árbol. Probablemente no hubiese podido, pensábamos.

*
El problema mayor fue que los árboles no eran bajos. Y además las ramas eran débiles. Los adultos no se atrevían a subir por ellos pues podían volver todo más riesgoso. Y los niños arriba, si bien no emitían amenaza alguna, podían reaccionar de alguna forma extraña. Después de todo, no contestaban a ninguna de las preguntas ni a las órdenes de sus padres, ni tampoco tomaron el alimento que intentaban subir hasta ellos. Harold, por cierto, tampoco hablaba ni comía, pero nadie se dio cuenta, pues estaba debajo de los árboles y no tenía padres preocupados, que pudieran percatarse de aquello.

*
Llegaron tres bomberos en un inicio. Cuando cayó la primera niña, sin embargo, llamaron a otros más. También llegaron policías, un doctor y el único reportero que había en el pueblo, y que publicaba una vez al mes alguna noticia, en el diario de la ciudad. El total de los niños sobre los árboles era de once. Doce en un inicio, digamos hasta que cayó la primera niña. El más pequeño tenía cinco años y la más grande había sido la niña que cayó, que tenía trece.

*
No había muchos más niños, en esa zona del pueblo. No entre esas edades, al menos. Harold tenía doce y no hablaba mucho con los otros. El profesor del colegio al que todos ellos asistían dijo que nunca vio nada anormal en ellos. De todas formas, estaban de vacaciones hacía dos semanas, así que tal vez hubiese pasado algo. Los padres tampoco habían notado nada extraño.

*
Después del segundo día cayeron tres niños. Y es que estaban débiles, y los vencía el sueño y no parecían equilibrarse muy bien. Distintas cuadrillas de adultos nos habíamos organizado para traer almohadas, colchones y tratar de prepararnos para la caída de los niños, según las indicaciones de bomberos. La primera niña que cayó fue de esa forma la que sufrió más daño. Aunque también hubo algunas fracturas en los otros y hasta uno que quedó en coma, y no despertó hasta tres días después.

*
Desde la ciudad trajeron unos andamios especiales que permitieron subir y tratar de bajar a los otros niños. Finalmente, cayeron siete y pudieron bajar a cinco, antes que cayeran. De todas formas, todos debieron ser llevados al hospital para ponerles suero y ayudar en su recuperación. Por suerte todo había ocurrido en verano, por lo que no hubo mucho frío en las noches y los árboles les procuraron sombra, a los niños, en los momentos en que el sol era un poco más agresivo. A la semana después, más o menos, cuando todo estaba más tranquilo, comenzamos a interrogar ordenadamente a los niños.

*
Yo participé en varias de esas entrevistas y debía transcribir sus respuestas. El comportamiento de los niños era normal y sus repuestas también, dentro de ciertos márgenes. No sabían por qué ni pare qué habían subido, aunque surgía el nombre de Harold, como decía en un inicio. Ya arriba no recordaban mucho salvo que no tenían miedo de caer, y que se habían sentido tan tranquilos, que habían sentido innecesario contestar, o moverse de donde estaban. El resto de sus respuestas era normal. No tenían intención de volver a subirse y decían que lo lamentaban. Que había sido algo tonto. No decían nada más.

*
Harold fue entrevistado por bomberos, doctores, policías y por varios de nosotros, durante los días que siguieron a las otras entrevistas. No es que lo sucedido siguiera preocupándonos tanto. Varios niños andaban enyesados y de vez en cuando hablábamos del tema, pero lo cierto es que queríamos más bien cerrar el asunto. Que nos dijeran que era un juego, por ejemplo, y castigarlos, nada más. Finalmente no pasó eso, pero todo volvió a la normalidad, en todo caso. Los bomberos cortaron las ramas bajas de los árboles y ya no era posible subir por ellos. Los niños volvieron a la escuela y se portaron como siempre. Bueno, casi igual que siempre. Y es que Harold quedó un poco más solo, porque los padres de los otros niños les dijeron que no se juntaran con él. Era algo entendible, en todo caso. No creo, además, que tenga relación alguna, con lo que ocurrió después.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Seguidores

Archivo del blog

Datos personales