martes, 13 de agosto de 2019

Algo.


Me desperté de golpe, agitado.

Estaba soñando una serie de cosas, que no se me antoja recordar y que no vienen al caso.

Como otras veces, sin embargo, sentí que algo había arrancado del sueño.

Algo que, mientras está ahí, buscando donde situarse, te produce cierta angustia.

Puedes seguirlo con la mirada, mientras despiertas, como el vuelo de una mosca.

Y al igual que con la mosca, si logras ver donde se detiene, puedes intentar deshacerte de aquello.

No necesariamente acabar, con aquello, pero al menos alejarlo de aquel sitio.

Despejar el lugar, digamos.

Y controlar la angustia, entonces, hasta cierto punto.


En esta oportunidad, seguí a aquello hasta fuera de la habitación.

Podía notar su presencia, también inquieta, y a veces hacía pequeños ruidos, supongo que para ahuyentarme.

Sentí que su tamaño, tal vez, no lo dejaba quedarse entre mis cosas.

No era pequeño.

No era joven.

No era bueno, pensé.

Tiene una fuerza distinta que otras veces.

Menos miedo.

No le preocupa que escriba sobre él.

Podría incluso, me dije, llegar a mostrarse.

Pasaron horas, así, mientras se acomodaba.

Todavía no llegaba ahí, pero de pronto, supe que iba a situarse en una bicicleta.

Podría observar esa bicicleta desde mi pieza, por la ventana.

Pero sabía que, si lo hacía antes de tiempo, aquello bien podría aparecer detrás de mí, o mostrarse en otro sitio, y no estoy listo para aquello.

Además, acá tampoco estarás cómodo, le dije.

En la bicicleta, en cambio, puedo llevarte hasta otro sitio.

Repito esto varias veces.

Ojalá nos hayamos entendido.

Ahora, precisamente, han cesado los ruidos.

O al menos son más suaves.

No escribo más, para no complicar las cosas.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Seguidores

Archivo del blog

Datos personales