jueves, 13 de septiembre de 2018

Ya hemos hablado de esto.


Me parece que ya hemos hablado de esto, me dijo. Yo no le respondí porque supongo era cierto. Y es que tras treinta años juntos, era poco realmente de lo que no habíamos hablado. Siendo sincero, sin embargo, aclaro que ella hacía referencia a un reclamo por alguno de mis comportamientos que, según decía, le resultaban insoportables.

-¿Insoportables desde hace cuánto? –preguntaba yo, entonces-, ¿veinte años más o menos?

Ella solía molestarse más si yo intentaba atacar sus palabras y no aquello que concretamente me reclamaba. Yo si podía intentaba evitarlo, pero era algo en lo que caíamos siempre que comenzábamos a discutir.

-No sabes cómo defenderte –seguía ella-, prefieres buscar imprecisiones en el lenguaje en vez de hablar realmente de lo que me molesta…

Luego de esto ella volvía a enumerar lo que  le molestaba de mí y yo escuchaba por un rato, hasta que yo volvía a atacar la imprecisión en su forma de expresarse o simplemente fingía indiferencia y le decía que tomara una decisión si todo esto le era tan difícil.

Siempre era así, pero esta vez fue la que dijo esa frase, en medio de todo.

-Me parece que ya hemos hablado de esto –fue lo que ella dijo.

Lo extraño fue que, tras decirlo, esta vez se quedó pensando, aparentemente, en lo que había dicho. Y guardó silencio.

No volvimos a discutir desde entonces y, de forma civilizada, ella me comunicó a las dos semanas que quería separarse definitivamente, de mí.

Estuve a punto de cuestionarle el uso del adverbio, pero me di cuenta que todo estaba en orden.

Ahora debo tomar una decisión.

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