domingo, 16 de septiembre de 2018

No voy.


-¿No vienes?

-No. No voy.

-Nunca vienes. Ya ni sé para qué pregunto.

-Tal vez en otra oportunidad. Disculpa.

-No es cuestión de disculpar. Es solo que no entiendo.

-¿Qué es lo que no entiendes?

-Ya sabes… por qué te quedas… Nunca te entiendo.

-Entonces estamos igual: yo nunca voy y tú nunca entiendes.

-Pero podrías al menos explicar por qué no vas.

-Puedo si tú explicas por qué no entiendes.

-No lo digo bromeando.

-Lo sé. Yo tampoco… Además si no entiendes no creo que pueda explicártelo…

-¿Y cómo podría explicar las razones de lo que no entiendo?

-Puedes intentar.

-Además si lo entendiera no tendría que preguntar.

-Son cosas distintas…

-…

-…

-¿No te aburres de no ir?

-No. Estoy bien con no ir.

-Pero, ¿te quedas para algo?

-Digamos que me quedo para no ir.

-¿Te molesta que pregunte tanto?

-No… es solo que creo que debiese ser al revés.

-¿Qué cosa?

-Las preguntas.

-¿A qué te refieres?

-A que yo debiese preguntarte.

-¿Y qué preguntarías?

-Te preguntaría si sabes para qué vas.

-¿Por qué voy?

-No por qué, si no para qué… con qué fin…

-¿Siempre tu problema es el fin?

-No realmente, pero pensé que querías entender…

-Quiero entender.

-Pues no puedes entender si no eres capaz de cuestionar algunas cosas.

-…

-¿No lo harás ahora por que se te hace tarde, cierto?

-Cierto. Pero podemos hablarlo otro día.

-Sí. Podemos.

-…

-…

-¿Seguro entonces que no vas?

-Seguro. No voy.

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