lunes, 10 de septiembre de 2018

Sin rencores.


Se lo encontró en un mall, trabajando de robot. Era un robot gris, que hacía de mascota para una tienda de computadores y artículos tecnológicos. No lo reconoció, por supuesto, pero él mismo la saludó desde abajo del disfraz. Ella no sabía de él desde hacía años y se sintió confusa, pero el tono de él era amigable y no parecía reclamarle nada. Él le dijo que era un trabajo de fin de semana, que debió tomar porque quedaron deudas tras la muerte de su madre. Ella, claro está, ni siquiera sabía que había muerto su madre. Dio el pésame de rigor y luego le preguntó por Lala, la gata que ambos habían criado mientras vivieron juntos. Él le dijo que estaba bien. Que tras su partida estuvo triste, pero ya se había acostumbrado, igual que él. Ella entonces cambió el tema y le contó que tenía un buen trabajo. Que se hacía cargo de las relaciones públicas de una empresa de transportes y que afortunadamente eso le dejaba bastante tiempo para sus otros proyectos. Él no preguntó por esos proyectos. Entonces apareció un niño que quería fotografiarse con el robot y dejaron de conversar. Él le dio la mano al niño y posaron. Ella se preguntó si él estaba sonriendo, bajo el disfraz, pues no podía verle el rostro. Luego de la foto se cercó y se despidieron brevemente. Sin rencores. Si quieres puedes llamarme, dijo ella. Pero él no contestó.

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