jueves, 14 de septiembre de 2017

Ganchos.

“La agonía puede matar, o
la agonía puede sostener la vida”
Ch. B.

I.

Compré veinte ganchos
para la ropa.

Y aún no cuelgo
la ropa.

Supongo que eso quiere
decir algo.

Los ganchos ahí, me refiero,
hace meses.

La ropa incluso,
como piel abandonada.

Algo quiere decir
todo aquello.

Un patíbulo, digamos,
vacío.

Y un mundo con hombres
a medio morir.

Yo no, pero alguien
debe gustar de esas imágenes.


II.

A veces pienso en qué gancho
podría estar cada prenda.

La chaqueta sobre la silla, por ejemplo,
podría estar en el primero.

Pero ni las palabras, pienso entonces,
suelen tener el significado correcto.

Ni los hombres la vida,
ni la vida la sangre.

Nada tiene, decía,
el significado correcto.

Por eso la ropa, tal vez,
esté en su sitio.

Quién soy yo, después de todo,
para poder colgarla.


III.

Cuelgan los ganchos,
como ahorcados de plástico.

Como hombres que no llevan
nada a cuestas.

Como dioses que olvidaron
a sus hijos.

Como estrellas en el cielo,
que nadie observa.


IV.

Algo nos dicen, decía,
los objetos.

Los ganchos, las ropas o elija usted
el objeto que guste.

Mientras existen, sin existir,
algo nos dicen.

Nuestra voz rebota, mientras tanto,
entre ellos.

Y la vida se gasta,
queramos usarla o no.

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