lunes, 8 de septiembre de 2025

Tábanos.



Estábamos en la montaña, hablando, mientras comenzaba a oscurecer y llegar el frío.

-No te quejes –me dijo-. Igual puede ser peor… A Ío, por ejemplo, la pasa hueveando un tábano.

-No me quejo –le dije.

-Tanto la huevea el tábano –siguió diciendo, sin escucharme-, que la tiene yendo de un lado a otro, sin descanso, y dice que ya no da más…

-¿Quién no da más? –interrumpo.

-Ío, por supuesto –aclara-. El tábano ese la sigue y la pica en cuanto ella se descuida un rato… No puede dormir siquiera…

-Pobres… -digo yo.

Nos quedamos en silencio.

Dejo pasar unos segundos, mientras pienso.

-De todas formas no es tábano sino tábana –digo entonces-, o la hembra del tábano, tal vez… No sé en realidad cómo se dice…

Como me miran con extrañeza, debo explicar:

-Ya sabes… -sigo-, son las hembras de los tábanos las que pican, me parece que buscan sangre para poder alimentar sus huevos… los tábanos machos no pican.

-Pero a Ío la pican por joder, únicamente…

-Nunca es solo por joder –le digo-. Piensa en la canción esa en que las abejas pican las rodillas…

-No la conozco –me dice.

-Pues aunque la conocieras –agrego, molesto-. Igual aunque la oyeras no te darías cuenta…

-Pero…

-Es cierto –lanzo-. Yo sé de lo que hablo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Seguidores

Archivo del blog

Datos personales