I.
En un bosque negro, un venado azul.
Ella durmiendo lo soñó dos veces.
Ves poco, dice, pero sabes que está ahí.
Un bosque negro, señala, y un venado azul.
Hace una pausa.
Respira, como saliendo del agua.
Probablemente tú también los hayas visto, dice.
II.
Lo de salir desde el agua fue idea de ella.
O descripción de ella, más bien.
Y es que dice que para hablar de sueños se sumerge a buscar palabras.
También existen fuera, explica, pero para hablar de sueños tienes que bajar a buscarlas.
Recogerlas como piedras, en el fondo, me explica.
O como pequeños seres vivos, parecidos a piedras.
III.
Yo no creo haberlos visto.
Pero acepto que sea cierto.
Que exista un bosque negro y un venado azul, me refiero.
Y lo de bajar al fondo a buscar palabras.
En mi caso, eso sí, las saco sin mirar, y las ordeno torpemente, en la superficie.
Todo eso le digo.
A veces dejo que caigan simplemente, cerca de la orilla, para que el agua luego las recoja.
IV.
Ella dice que el venado azul no debe salir del bosque.
Y que el bosque, ciertamente, debe permanecer negro.
En el sueño, me dice, para quien lo quiera soñar.
De nuevo.
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