miércoles, 24 de septiembre de 2025

Conducir a oscuras.



No importa que esté amaneciendo, oscureciendo o que sea plena noche, los cierto es que F. se niega igualmente a encender las luces del auto, mientras conduce. Una costumbre extraña, por decirlo menos. Yo la había escuchado, relatada por amigos en común, pero pensé que se trataba de una exageración o hasta de una broma. Ahora, sin embargo, tras hablar con F., debo aceptar que todo aquello que contaban, era cierto. Así y todo, F. no da explicaciones claras cuando lo cuenta y hablarlo desde la racionalidad no tiene efecto alguno en su discurso. No importa mencionar multas, posibles accidentes ni daños a él mismo o a terceros. Lo que pasa es que hay que aceptar las cosas como son, me dice, con tono serio. Si los ojos necesitaran luces seguramente las tendríamos incorporadas. Yo, mientras habla, no le discuto, pero sigo intentando interpretar sus acciones y buscando comprender un poco a qué se deben. Así, si bien no lo dijo directamente, tras escuchar sus palabras llego a la conclusión que F. acepta al automóvil solo como una máquina en su carácter más básico. Esto es, como un motor sobre el que viajas para ir de un lado a otro. Nada más. Igual no llevo a nadie a la fuerza conmigo, cuando manejo a oscuras, dice F. Me refiero a que, si alguien quiere ir en el auto de esa forma, sabe muy bien a qué atenerse, explica. Yo asiento, mientras intento empatizar. Puede que para todos sea más fácil verme como un culpable que como un inocente, dice entonces F. Y claro, no los culpo… Lo único que digo es que no juzguen si no comprenden. Y que dejen que ocurra, simplemente, lo que debe pasar.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Seguidores

Archivo del blog

Datos personales