Siempre hay un muerto en el fondo de un pozo.
Uno al menos, por lo bajo.
De hecho, entre los que saben de pozos, esto es algo así como una máxima.
Todos lo saben, me refiero, pero igualmente si encuentran al muerto fingen sorpresa.
Luego vienen estudios, entrevistas, testimonios y gente que comienza a sacar cuentas.
Así, por lo general, cuando se descubre quién era el muerto ya poco importa a nadie.
Tal vez un bisnieto contacte un abogado, para averiguar si puede conseguir algo.
Pero poco es lo que se consigue, a fin de cuentas, cuando se encuentra un muerto en un pozo.
O sea, se consigue el muerto, por supuesto, pero poco más.
De hecho, a veces hasta hay que pagar a aquellos que vaciaron el pozo.
Y de paso, también a los que removieron el fondo y descubrieron (por lo general bajo piedras) los restos del cadáver.
Luego de esto, por si fuese poco, viene todo el asunto legal.
Las pericias, los costos de traslado, las muestras de adn…
Y hasta hay que mostrarse triste en el proceso, pues sino te califican de insensible y hablan mal de ti, a tus espaldas.
¡A quién se la habrá ocurrido comenzar a sacar los muertos de los pozos!
¿No se detuvieron a pensar que por algo están ahí?
Después de todo, eso de bajar, excavar y remover no es cuestión que haga un hombre sano.
Si me preguntan a mí, incluso, diría que es mejor cegar el pozo cuando aquellos que indaguen estén dentro.
Puede parecer excesivo, para algunos, pero sinceramente no encuentro una opción mejor.
Así, cada cual, termina teniendo lo que merece.
E incluso, algunos, probablemente un poco más.
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