martes, 5 de noviembre de 2024

Las troyanas.


Vivían en esa casa tres chicas a las que llamaban “las troyanas”.

Yo, por supuesto, pensé en los vínculos griegos o derechamente en la obra de Eurípides.

Aunque me equivoqué, claro está.

Y es que al final descubrí que las llamaban las troyanas porque decían que eran algo así como un virus.

Porque las conocías y pensabas que eran otra cosa y luego ya no podías deshacerte de ellas, nunca más.

Lo decían bromeando unos tipos que habían tenido romances con dos de aquellas chicas.

Lo hacían mientras contaban anécdotas, pasando siempre de un tema a otro.

También aportaban historias otros tipos, aunque bien podían no ser ciertas, pensaba yo, mientras los escuchaba.

Decían -por ejemplo-, que otro tipo había tenido que llegar a los golpes para sacarla de su casa, luego de acostarse con una de ellas.

También comentaron que simplemente ocupaban la casa en que vivían, ilegalmente, y que en poco tiempo las iban a desalojar.

Esto último, a pesar de mis dudas, debo reconocer que resultó ser cierto.

Y es que unos meses después de escuchar el rumor vimos como vinieron a desalojarlas.

Ocurrió una tarde, justo antes que anocheciera, y hubo gran alboroto por todo el lugar.

Las chicas fueron dejadas en la calle, con algunos bolsos, cajas y ropas desparramadas en la acera.

Yo las observé por mi ventana, igual que otros vecinos, sin que ninguno de nosotros se acercara a ayudar.

Ellas ordenaron sus cosas y metieron algunas en bolsas de basura.

Creo que poco después llegó un camión en el que se subieron, y no volvieron más.

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