.
Me gusta la gente que hace mapas,
los niños que salen por el patio y van contando sus pasos
y dibujan una X ahí donde se supone
ha de esconderse un tesoro, o una meta.
Me gusta sobre todo cuando el mapa
no hace referencia exacta a otros accidentes,
objetos en el terreno, o cambios en el relieve
Y uno se los encuentra entonces como recién creados:
con olor a pan caliente, a arroz recién hecho
Y el aroma a nuevo y a descubrimiento constante
te acompaña en cada paso,
como si hubiese una x pequeñita
escondida en cada uno.
El problema surge sin embargo,
cuando creces y los pasos no coinciden con las marcas,
y hasta el tesoro que escondiste
no te convence para nada
Y no sabes si en verdad llegaste a eso que buscabas
o hubo un error en el proceso.
O en la ejecución.
O en ambos.
Pasó entonces que una vez
conocí a una chica que hacía mapas
Tenía un cuaderno lleno de ellos
y lo escondía en una caja forrada de azul,
por dentro y por fuera.
Yo por ese entonces las visitaba en un hogar.
La chica se llamaba Malú y tenía una hermana,
dos años mayor, según recuerdo.
Malú era crespa y tenía el pelo negro
y me advirtieron que era maldadosa
Y yo pensaba que cómo era posible que lo fuera
una niña de apenas cuatro años
y con ese cuaderno de mapas que me enseñó un día.
-¿Qué son, Malú? –le pregunté esa vez.
-Son mapas secretos –me dijo la Malú,
Y se hacía la interesante.
Y me dijo también que escogiera uno.
Yo entonces fingí que marcaba un mapa al azar.
Pero en verdad busqué el que tenía más colores
y en el que las rayitas de los pasos daban vueltas
como en un plato de tallarines,
o como en los crespos de la Malú.
-Hay que partir de aquí –me dijo, apuntando el mapa.
-¿Y dónde está ese aquí? –le pregunté.
-Uno elige donde parte –me contestó.
Así que al final decidimos partir en el lugar donde solía dormir
un perro gigante y negro y bondadoso
y que además comía piedras, de vez en cuando.
Y es que como me explicó la Malú,
los mapas servían para cualquier lugar, o situación,
Uno simplemente tenía que seguirlos y contar los pasos,
y al final encontraría su tesoro,
Que era sorpresa por supuesto,
y que podía ser en verdad cualquier cosa.
Recuerdo que encontramos, por ejemplo,
un peine de plástico celeste,
un chanchito de tierra gigante,
una piedra roja y que la Malú decía que había sido flor,
Y hasta una foto en blanco y negro
que nunca supe cómo fue a parar en tan buenas condiciones,
justo debajo de un árbol, que apenas se sostenía.
-Y si no encontramos nada –decía la Malú-
Es porque el mapa estaba hecho para seguirlo otro día.
Y sonreía.
Sin embargo, el buscar tantos tesoros,
comenzó a traernos algunos problemas;
Y es que la Malú solía estar conmigo todo el tiempo,
y se enojaba a veces cuando uno jugaba con otras niñas,
o entre todos.
Y así fue como me contaron que un día la Malú,
había arañado el rostro de otra niña
y le había dicho que no se juntara conmigo,
en esas tardes.
Yo, por lo demás, no sabía cómo explicar la situación,
y es que la Malú tenía tantos mapas y eran tan bonitos,
debí haber dicho,
que hubiésemos perdido muchos tesoros,
de no habernos dedicado a aquello tanto tiempo.
La Malú, en tanto,
seguía llenando su cuaderno día a día,
y cada fin de semana, que era cuando nos veíamos,
me sorprendía con varios nuevos,
y hasta con técnicas nuevas:
-Aquí hay que dar un salto y retroceder dos pasos –me decía,
Indicando una marca amarilla y redonda,
Como un sol.
Y bueno, ahí estaba uno saltando y retrocediendo
Y avanzando,
Y viendo de reojo como los otros
iban a intervenir en cualquier momento
y a decirme que uno no debía hacer preferencias
y todo eso que era en verdad desconfianza disfrazada
y que yo no supe ver en ese entonces.
-Vas a tener que buscar unos tú sola –le dije entonces a Malú-
Y después me cuentas que encontraste y me das una sorpresa.
Pero la Malú ese día encontró un nido de pájaros,
y mientras yo jugaba con las otras niñas,
ella aplastó un huevo que encontró en su interior
y que ya tenía un pajarito dentro.
La Malú fue castigada esa tarde y el otro domingo
no quiso salir a saludar.
Nunca supe que pasó con el cuaderno,
aunque su hermana Stephanie me contó
que se lo habían quitado las otras niñas.
Yo notaba todo tan enrarecido y complicado
que al final dejé de ir a aquel lugar.
A veces me daba vueltas por fuera y trataba de ver a la Malú.
Pero luego pensé que podría verse extraño y hasta entendí
el origen de las desconfianzas
que habían escondido los otros.
Y es que sucede que a fin de cuentas,
pensé yo, al pasar el tiempo,
no sabemos hacer mapas para ver el corazón de los otros.
Y todas estas historias te enseñan a trazar caminos
quitando las equis, y los tesoros,
y todo lo que valió la pena,
en esos días.
Lo peor, sin embargo,
fue que nunca guardé un mapa para reencontrar
a esa pequeñita.
Y cuando años después me atreví a preguntar,
ella ya se había ido
Y no supieron decirme a dónde.
Hoy también lamento que la Malú
nunca me haya enseñado a hacer de aquellos mapas,
esos que marcaron la X tan adentro mío,
que no sé si en verdad alguien más haya llegado a descubrirla.
Quizá ya va siendo el momento,
de hacer un mapa a ciegas,
Y buscar aquella fe que le sobraba a la Malú,
y que nos llevaba siempre a encontrar aquellos tesoros.
Yo, en todo caso, me quedé con uno,
con un pinche en forma de X que le gustaba a la Malú,
y que es la única prueba que hoy me queda
sobre la existencia de esas búsquedas.
Quizá algún día me sirva para encontrarla,
y pedirle disculpas por no haber insistido,
y peleado por ayudarte a encontrar todos esos tesoros,
Esos que te pertenecían, Malú,
porque habían nacido de tu fe,
de tus dibujos a escondidas,
de tu pelito revuelto y enredado
como tus propios mapas.
Y uno se ha vuelto tan tonto, tan grande y tan bruto, Malú…
Discúlpame también por eso,
Si puedes.
.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
Seguidores
Archivo del blog
-
►
2024
(320)
- ► septiembre (30)
-
►
2023
(365)
- ► septiembre (30)
-
►
2022
(365)
- ► septiembre (30)
-
►
2021
(365)
- ► septiembre (30)
-
►
2020
(366)
- ► septiembre (30)
-
►
2019
(365)
- ► septiembre (30)
-
►
2018
(365)
- ► septiembre (30)
-
►
2017
(365)
- ► septiembre (30)
-
►
2016
(366)
- ► septiembre (30)
-
►
2015
(365)
- ► septiembre (30)
-
►
2014
(365)
- ► septiembre (30)
-
►
2013
(365)
- ► septiembre (30)
-
►
2012
(366)
- ► septiembre (30)
-
►
2011
(365)
- ► septiembre (30)
-
▼
2010
(321)
-
▼
octubre
(33)
- La bicicleta.
- El mundo es un cráter.
- No lamento nada: Leon Czolgosz.
- Mi amigo anarquista.
- Palabras, al pasar.
- Mi casi conversación con Hildegard von Bingen.
- Gente que hace mapas.
- Los restos de Jacques Brel.
- Carta de Papelucho.
- Una esquirla en la cabeza de Shostakovich.
- Flaubert, el imperfecto.
- Vian, filósofo inexpresionista, o sobre el carácte...
- Los pequeños mundos privados, de Werner Herzog.
- Los niños de Hamelín.
- La cámara viajera: Cine rumano (x3)
- Cosas que no corta la guillotina.
- Borrado.
- César Vallejo, el mejor escritor vivo del Perú.
- El Moderación (Opus fight).
- Debe ser triste ser un cordel.
- Dios jugando Yenga.
- Descargue un par de películas raras, para su vida ...
- El efecto Glass.
- Sobre el corte del cabello; sobre una estatua y un...
- Nobel para Vargas Llosa.
- Carta de ajustes.
- El día de la marmota.
- Vian, el Antieróstrato.
- Cumplir los 12 años: iniciaciones varias.
- Todo un premio (opus light)
- Grigori Perelman: Estación terminal.
- Almuerce tranquilo, amigo Gödel.
- Una historia, para salir de una deuda.
- ► septiembre (32)
-
▼
octubre
(33)
No hay comentarios:
Publicar un comentario